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Patriota



AVELINO GÓMEZ


Viernes 16 de Septiembre de 2022 8:15 am


NO conozco mexicano que no esté orgulloso de serlo. Tampoco conozco ningún argentino, brasileño o colombiano que niegue el orgullo por su propia nacionalidad. El mexicano, pues, vive acorde al sentimentalismo de la comunidad internacional, pero presume su nacionalidad como quien presume una herida de guerra.

El patriotismo es el último reducto que nos queda para seguir identificándonos como raza. El país puede estar sumido en la miseria, la corrupción o la violencia, pero la devoción por el terruño nunca mengua. Y para combatir la confusión y el desánimo, el mexicano tiene su propio mantra: ¡Viva México! Además de ser liberador, este grito sirve para ilustrar nuestros estados de ánimo contradictorios: del contento y la celebración, hasta la amargura y la altanería. 

Para quienes viven en el extranjero, ser patriota es echar el país por delante, con todos sus ingredientes gastronómicos y etílicos. En reuniones multiculturales, un mexicano se las ingenia para sacar de algún lado una botella de tequila, o acaparar la conversación para hablar, largo y tendido, sobre la tortilla, el chile y las propiedades curativas del nopal. 

Hace años, en la ciudad de Buenos Aires, durante una cena cuyos anfitriones argentinos sabían de México lo que usted y yo sabemos de las tribus shoshone, una amiga mexicana repartió Pulparindos entre los comensales. Cuando explicó que tal cosa era una golosina que en nuestro país los niños comen de manera habitual, un par de uruguayos se mostraron horrorizados por el “salvajismo”. Preguntaron, de manera retórica, que cómo podíamos permitir que los infantes ingirieran algo tan irritante. La mexicana, entre la diversión y la ofensa que le causara el comentario, apeló a su agridulce patriotismo y, de manera educada, mandó a la chingada a todos los comensales. 

El orgullo nacional pues, se va conformando con esas minucias picantes, indignas y escandalosas a las que no podemos renunciar. Por eso, José Emilio Pacheco recurrió a la contradicción para escribir: “No amo a mi patria, su fulgor abstracto es inasible, pero (aunque suene mal), daría la vida por diez lugares suyos, cierta gente, puertos, bosques de pino…”. Aunque suene mal, aunque sepa mal, aunque nos vaya mal, aunque ya todo esté tan mal. Aunque haya que barrer escombros todos los días: el mexicano puede renunciar a su país, pero jamás escapa del patriotismo.