Cargando



Innovemos algo ¡ya!



MARÍA EUGENIA GONZÁLEZ PEREYRA

El hueco


Domingo 15 de Enero de 2023 8:35 am


NOSOTROS realmente existimos desde que papá y mamá se unieron y, como sea que esa unión ocurriera, aquí estamos, vivos, tú y yo. 

Durante la gestación, las emociones de mamá las vivimos con ella, son ya parte de nuestra historia, y ver la luz o llegar a la luz desde lo oculto del vientre y vivos, se celebra, porque ahora somos individuos; físicamente desconectados pero dependientes de nuestros padres para poder sobrevivir y, además, ni energética ni emocionalmente nos hemos deslindado. 

La crianza es desde la concepción hasta que podemos ser personas independientes y autosuficientes, y ocurre en tan diversas formas como estrellas hay en la bóveda celestial. Hasta la muerte, seguimos aprendiendo, más las dinámicas del entorno de un pequeño, sí determinan la manera en que, ya de adultos, nos relacionamos con la vida y con las personas.

Y cuando la figura paterna es ausente, la huella de abandono se instala; se nos modifica la manera de apegarnos a los demás, y la confianza, el resentir y el miedo impiden que tengamos relaciones sanas. Los altos grados de toxicidad y vacíos que podemos poseer, a veces, tienen su origen en el hueco que dejo vacío papá y que no nos deja del todo ser. 

Las formas de vivir el trauma de un padre ausente son varias y, aunque es totalmente cierto que para estar vivos por fuerza contamos con un papá y una mamá, crecer sin papá es herida que perdura toda la vida. A veces, aunque él viva en casa es ausente, y aunque aparece por ahí, él es lejano; también está la ausencia obvia, como cuando él dejo a mamá después de concebir y ella se hizo cargo, o como cuando eligió irse y casi no venir, o de plano, dejo de estar.

Formas de no estar o de mal estar de un padre hay muchas, y las heridas que provocan son profundas; los hijos se perciben insuficientes, devaluados y sufren; de tal suerte que, para ser felices, han de atreverse a mirar su vacío, aprender a como tenerlo y sobrellevarlo, para que, entonces, sí logren equilibrar los defectos de carácter, aquellos que en el abandono se formaron y que en la vida adulta nos impiden ser felices. 

Por ejemplo, una hija con ausencia de papá hará lo que sea por tener/estar con una persona que no la abandone; un muchacho sin imagen del padre podría ser negligente o violento y, aunque el padre ideal no existe, sí hay mejores maneras de ejercer el cuidado de los hijos, como hay, también, maneras de sanar un mal pasado. 

El dolor del hijo de un padre ausente no se borra, pero sí se puede disminuir; saber que nos engendró y luego se marchó, es la fuente de muchos conflictos de pareja, inclusive de inseguridades y adicciones. Por eso y más, es tiempo de que Innovemos algo ¡Ya!

-Terapia presencial y online, con la autora de esta columna en:

innovemosalgoya@gmail.com