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La palabra del domingo



ÓSCAR LLAMAS SÁNCHEZ

“Este es el cordero de Dios” (Jn 1, 29-34)


Domingo 15 de Enero de 2023 8:35 am


EL señor Jesús, después de 30 años de vida oculta, se mostró al mundo. Juan el Bautista reconoció en Jesús al salvador, el hijo de Dios hecho hombre, y dijo sin rodeos: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. De esta manera, el Bautista anunciaba que Jesús iba a ser llevado como un cordero a la muerte, pagando por nuestros pecados. Predicción que Jesús cumplió en toda su plenitud.

Decir que Jesús es “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” es declarar la misión reconciliadora de Jesús que rompió la separación que el pecado del hombre había interpuesto entre la humanidad y Dios. El pecado original y los pecados personales, de siglos y siglos, habían despojado al hombre de la gracia de Dios y le habían cerrado las puertas del cielo. El abismo era infranqueable para la creatura humana.

Pero el Padre eterno nos amó tanto que nos envió a su Hijo amado para redimirnos. “El verbo se hizo hombre y habito entre nosotros”. Compartió en toda nuestra condición humana, menos en el pecado, y para cumplir los designios del Padre, Jesús se entregó a la muerte, y resucitando la destruyó; nos dio nueva vida, y nos restituyó el don sobrenatural de hijos de Dios, herederos de su gloria.

Estamos redimidos, llamados a la santidad como hijos de Dios, pero no somos impecables. Dios nos creó con libertad para aceptar o rechazar la salvación que nos otorga. Esto es un enorme privilegio y una grave responsabilidad. Nos reconocemos pecadores y nos acogemos a la misericordia de Dios “que no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva”.

Aceptar a Cristo es comprometernos con el Cordero de Dios en su plan de renovar y salvar al hombre. El seguidor de Cristo proclama su fe con su propia vida en el hogar, en la comunidad y en todas las dimensiones que estén a su alcance, según su vocación. Es trabajar por la fraternidad humana y la paz basada en el amor a Dios y al prójimo.

“Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor”. Estas palabras trascendentes las escuchamos en todas las misas, antes de la comunión. La Santa Misa, la Eucaristía, es el sacrificio mismo del cuerpo y la Sangre de Cristo que se entrega por nosotros, sacrificio que el instituyó en la última cena con sus discípulos, para perpetuar en los siglos, hasta su segunda venida, el sacrificio de la cruz. Es el banquete en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la vida eterna.

Amigo@: Pidamos a Jesús, el cordero de Dios, presente en la Eucaristía, que nos impulse a colaborar en su misión salvífica de convertir este mundo, de selvático en humano, y de humano en divino.