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De ayer y de ahora



ROGELIO PORTILLO CEBALLOS

Cómo influye tu infancia en tu vida


Domingo 22 de Enero de 2023 8:37 am


LOS humanos somos seres gregarios, es decir, vivimos en grupo y necesitamos de los demás para satisfacer nuestras necesidades y sobrevivir. Desde que somos concebidos hemos necesitado de los cuidados de otros. Somos fruto del encuentro entre dos personas; encuentro que pudo haber sido por amor, por deseo, por seducción, engaño, ignorancia, violencia, etcétera.

Desde la concepción empieza la influencia que está recibiendo el nuevo ser, al sentir las emociones de su madre y del ambiente al obtener tanto el alimento socioemocional como físico. El nuevo ser está ya formándose y recibiendo la herencia genética, psicobiológica y social de su madre y padre y del ambiente que se vive. 

Nacemos en un medio socioeconómico y cultural determinado, en el seno de una familia, llámese ésta al grupo formado de muy variadas maneras, desde la constituida por padre, madre e hijos, o sólo madre e hijos; abuela e hijos(nietos); padre e hijos; abuelos, padres e hijos viviendo juntos. Este grupo primario es fundamental en la crianza, cuidados y educación del pequeño ser que está creciendo.

Nuestros padres suelen ser nuestros cuidadores principales, y específicamente más la madre cuando el(la) niño(a) es muy pequeño(a), aunque la realidad social nos presenta a muchos(as) niños(as) cuyos cuidadores principales son los abuelos, los parientes, las nanas o encargadas, los vecinos, o son atendidos por guarderías o estancias infantiles. Y existen casos en donde se les descuida o se les deja prácticamente solos, como son los casos por migración, pobreza, prisión, orfandad, adicción, entre otros.

Desde que somos bebés empezamos a convivir y a interactuar con nuestra madre, padre y familia que nos rodea. A veces sólo con la madre, o solo con la abuela o con quien nos haya criado. Nuestras primeras relaciones son con nuestra cuidadora principal, y en general con nuestros cuidadores. Nuestros padres o quienes nos cuidaron o criaron son nuestras primeras relaciones. Nos enseñan cómo funciona el mundo y cómo relacionarnos con él.

Realmente nuestra manera de ver el mundo, nuestra cosmovisión, se va formando en función de esas primeras experiencias que tenemos en el seno familiar. En ese ambiente familiar, como haya sido, se va formando nuestra percepción de cómo funcionan los demás y de cómo nos vemos a nosotros mismos. Nos vamos creando nuestra propia autoestima y nuestro autoconcepto de acuerdo con la mirada que recibimos de los demás cuando somos pequeños. 

Así, vamos aprendiendo lo que somos o creemos que somos y lo que es el mundo o creemos que es, en función a esas primeras personas, a esas interacciones con quienes nos relacionamos.

En este proceso de crianza, de interacción con la madre, padres, abuela o cuidadores pueden presentarse múltiples situaciones. En familias desestructuradas, disfuncionales o desintegradas pueden producirse alteraciones como una cosmovisión o manera de ver errónea basada en el miedo, en el susto, o en un autoconcepto fundado en el “no valgo”, “no puedo dar mi opinión”, “si digo lo que pienso me van a pegar”, “si digo lo que siento me van a echar de la casa, o no me van a querer”. El pequeño puede llegar a pensar, tal vez inconscientemente, “tengo que adaptarme de manera exagerada”, o al revés, “tengo que gritar como gritan para tratar de ser escuchado, o ser agresivo para ser tenido en cuenta”.

Todas las formas de reaccionar, de responder ante situaciones complicadas vividas en la infancia, van formando modos de responder que se van convirtiendo en patrones de respuesta que se instauran en la personalidad y que es muy probable que se sigan aplicando cuando se haya crecido y aún de adulto. El niño aprende a relacionarse en el seno de la familia, luego repite los patrones aprendidos.

Claro que podemos cambiar, poco o mucho, de lo que aprendimos por prácticas educativas o de crianza erróneas que hayamos vivido en nuestra infancia.