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¿Sueña usted con ser alguien?



AVELINO GÓMEZ


Viernes 27 de Enero de 2023 8:37 am


ASPIRO a escribir una crónica sobre un Don nadie. Pienso en esto mientras escribo con la taza de café a un lado y desmenuzo un sueño que tuve la otra noche. 

En los infames tiempos que corren, el hecho de soñar debería ser algo digno de mencionarse en los periódicos. ¿Algo ganaría el mundo si las personas contaran sus sueños en lugar de dar opiniones? No lo sé. Pongamos que sí. Que, por una vez en la vida, el orden de las cosas cambia y el buen sueño de alguien sea, al fin, digno de publicarse entre las páginas editoriales. Un buen sueño, que no pesadillas, claro, porque, para pesadillas, ya tenemos la realidad.

Bruce Chatwin —un escritor inglés que vivió para viajar, porque cada viaje es lo más parecido a soñar— escribió en uno de sus libros que, en alguna parte de Australia, existe un pueblo donde se considera de buena educación dar los buenos días preguntando a los otros sobre lo que soñaron durante la noche. Refiere Chatwin que, estando de visita en ese pueblo, una mujer lo interrogó, durante el desayuno, sobre sus sueños.

—Yo no sueño —contestó el escritor con sequedad inglesa.

—Eso es imposible, todos soñamos —le respondió ella, conmovida.

Tal vez aquella mujer se desilusionó al escuchar la confesión del escritor ¿Cómo es que alguien no sueña? ¿Acaso no es propio de los humanos soñar? ¿O los que ya no sueñan han perdido algo de humanidad? La mujer debió pensar que Chatwin, al no soñar, era un ente sin alma o un Don nadie. Aunque, por el contrario, a mí me gusta creer que quienes sueñan todas las noches son, precisamente, los Don nadie, porque ser nadie significa serlo todo, es decir, sentirse sanamente parte del mundo, sin esas ridículas pretensiones por distinguirse entre los demás.

Ahora bien, aquí cabría una crónica de Rubem Braga. Es aquella sobre un panadero en Río de Janeiro que tocaba a las puertas para ofrecer su pan, y después de tocar, del interior de las viviendas se escuchaba siempre la misma pregunta: “¿Quién es?”, y el panadero sencillamente respondía: “No es nadie, es el panadero”. Me parece que, ante tan filosa pregunta, no puede haber mejor respuesta, y me parece, también, que ese hombre debió tener todos los sueños que otros dejaron de soñar.