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La flor



MARÍA EUGENIA GONZÁLEZ PEREYRA


Domingo 28 de Mayo de 2023 10:45 am


HABÍA una vez un pequeño príncipe que vivía en un cuento y que se aventuró a lo incierto de mundos diferentes, se permitió vivir las experiencias que le aguardaban; de tal suerte que así fue como él vislumbró cuán importante es la elección que hacemos cuando se trata de elegir qué pensar sobre algo que nos imoprta. El Principito es un libro hermoso que te recomiendo leer, escrito por Antoine de Saint-Exupéry, quien nos narra las aventuras del pequeño príncipe y cómo, durante el viaje, descubre la importancia de la relación con su flor, aquella que él dejó atrás, allá, en su planeta. Siendo la flor un personaje enigmático, hay quienes opinan que simboliza el amor, la belleza y la fragilidad de la vida. Yo, que suelo leer dicho libro cada año para experimentarlo, creo en que ella representa más el motivo y la razón de amar.

Amar es llevar el amor a la acción; cuando aprendemos a respetar, sin exigir del otro más de lo que es. Entonces quizá se pueda construir un tejido de dos hilos, es el éxtasis de un concierto de piano a cuatromanos. Para que ocurra así es importante estar en una realidad en donde ambos han comprendido el buen amar, el cual realmente nos llega después de viajar por distintos mundos con todas sus diferencias.

Ahora bien, por favor, no vayamos a confundirnos, no es lo mismo estar ahí para alguien que está teniendo un mal momento a colocarnos bajo su suela para que en nosotros descargue su furia; eso ya es más un tema de aprender a respetarnos a nosotros mismos y de hallar la razón de preferencia con ayuda de un tercero profesional que será objetivo y respetuoso.

El amar implica cuidados y no, no me refiero a que el otro esté desvalido y yo lo cuido porque yo sí puedo; se trata de procurar el bienestar del otro con mis detalles, respeto, escucha atenta, de entre otros breves y profundos detalles como el no criticar ni juzgar. El amor siempre es para bien, si duele ahí no es o falta revisarnos a nosotros y ver qué es aquello que no camina; pues no toda relación tiene la obligación de perdurar y menos, si el precio es la desdicha.

Si alguien ama a una flor (...) es bastante para que sea feliz cuando mira a las estrellas. (cap. 7 El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry)

Lo que nos ayuda a poder fincar un amar elegido, adulto y consciente también tiene que ver con lo que la flor nos permite darle, con el cómo lo recibe de buena y alegre forma. Porque si colaboramos para que una semilla germine colocándola entre suaves y húmedos tejidos, para después plantarla en la tierra cuidadosamente nutrida y, observamos cuándo darle de beber para no ahogarla o secarla, además la cubrimos de las ráfagas del viento y del sol directo mientras crece, entonces, somos testigos participativos de su hermoso florecer. Es por eso que cada día nos encariñamos más con nuestra flor; sabernos parte de su despertar nos regala sentido y pertenencia para maravillarnos y agradecer por su vida con un profundo amor. ¡Sí! la flor que cuidamos nos ayuda a sabernos capaces de dar, cuidar, respetar, aceptar y agradecer. Innovemos algo ¡Ya!