Reforma al Poder Judicial

ALAN SOTO GARCÍA
Martes 30 de Mayo de 2023 9:04 pm
I/II ALGO innegable en
nuestro país es que el Poder Judicial es uno de los más corruptos que tenemos.
Como característica de la política mexicana contemporánea (y gracias a la 4T),
está la socialización de los asuntos públicos en la ciudadanía, prueba de ello
es el debate que vemos a diario en redes sociales y en las calles, sobre temas
polémicos y de intereses común, donde las familias mexicanas toman el papel
protagónico de asuntos públicos por primera vez en mucho tiempo, y permiten,
por medio de su enorme interacción, hacer valer su opinión como no habíamos
visto antes. La
renovación al Poder Judicial debe entenderse como la demanda imperiosa y
legítima de un pueblo de Reforma al Poder Judicial mocrático, que exige un
sistema justo. En nuestro país, el sistema de justicia es todo, menos eso. Hace
unos días el Presidente señaló y puso al centro del debate una reforma al Poder
Judicial, que planea presentar en septiembre de 2024, para que los ministros
sean elegidos democráticamente, por mencionar una de las propuestas señaladas
por AMLO. Esto como respuesta a la anulación del Plan B que proponía, por
ejemplo, ajustar al INE a las políticas de austeridad y darle más atribuciones
para que no solamente organizara las elecciones cada 3 años, sino que también
participara en plebiscitos y consultas ciudadanas; en pocas palabras,
democratizar al INE y acabar con la corrupción. Pero
¿cuál es el fondo del debate? ¿Qué es lo que las fuerzas de la transformación y
la derecha conservadora disputan? Nada más y nada menos que el proyecto de
nación. Por una parte, el Gobierno que encabeza Andrés Manuel busca que la
justicia regrese a la SCJN (suponiendo que algún día la hubo), porque un país
no puede tener paz si no hay justicia. Así como el crecimiento sin bienestar es
simulación, la transformación sin justica no alcanza para transformar la
realidad inmediata de nuestra sociedad. Por
otra parte, está el bando conservador, que entiende diferente la justicia y la
miran como un instrumento castigador a su disposición para quienes amenazan sus
privilegios. Hoy en día la justicia solo sirve para quien tenga la capacidad de
pagarla, y prueba de ello son los amparos en beneficio de conocidos
delincuentes de cuello blanco o empresas como Iberdrola que, con tal de quedar
impunes, engordan las cuentas de banco de cuanto ministro o juez lo requiera.
Del otro lado de la balanza, nos encontramos con un sistema de justicia que
tiene las cárceles llenas de personas que esperan sentencia por delitos
menores, o quienes, por no tener dinero para pagar un buen abogado o llegarle
al precio al juez, son juzgados con toda la fuerza de la ley. Tal es el caso de
muchos indígenas del sur del país que, por no hablar español, perdieron la
posibilidad de defenderse.
El
sistema de justicia debe ser revolucionario para que pueda estar a la altura de
las demandas actuales. Hoy, que por primera vez en mucho tiempo tenemos un
gobierno democrático y humanista, me permitiré citar al Che cuando dijo: “Sean
capaces siempre de sentir, en lo más hondo, cualquier injusticia realizada
contra cualquiera, en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda del
revolucionario”. Necesitamos jueces revolucionarios, sensibles, que entiendan
la justicia como un fin, y así podamos construir una sociedad justa, no como un
medio persecutor que mantenga el estatus quo y castigue a sus enemigos.