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LA PALABRA DEL DOMINGO



ÓSCAR LLAMAS SÁNCHEZ

“La Trinidad, misterio de amor” (Jn 3, 16-18)


Domingo 04 de Junio de 2023 7:00 am


EN la liturgia de la Misa de este domingo, cuando recitamos el Credo, proclamamos nuestra fe y nuestra devoción a la Santísima Trinidad, cuya fiesta celebramos hoy en todo el mundo católico. La Trinidad de Dios es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es misterio insondable que no podemos comprender porque es una verdad revelada que está por encima del conocimiento humano. Sería infantil tratar de desentrañar el misterio de la Trinidad de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Tres Personas distintas y un solo Dios verdadero. Más bien debemos saber descubrir y profundizar en las manifestaciones, en las intervenciones de las Tres Divinas Personas en la historia humana y en nuestra propia vida. Palpar, vivir, agradecer y corresponder al amor infinito de Dios Uno y Trino.

Podemos fijarnos en los hechos reveladores de la Sagrada Escritura. En el Antiguo Testamento, Dios se revela como Padre lleno de amor y misericordia que creó al universo entero, al hombre en gracia santificante, heredero del cielo; le perdona sus traiciones, le promete al Mesías redentor y establece con su pueblo una alianza indestructible.

El misterio de Dios Uno y Trino se revela de forma más completa en el Nuevo Testamento. Dios Padre nos ama tanto que nos dio y nos entregó lo que el más amó: su Hijo Único, para que “todo el que crea en él, no perezca sino que tenga vida eterna”. Fue así como “el Hijo de Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros”. Es Cristo, Dios y hombre verdadero que aceptó la misión de salvarnos hasta morir en la cruz para redimirnos del pecado y de la muerte y restituirnos la dignidad sobrenatural como hijos de Dios, herederos de su gloria. Y en esa identidad divina con el Padre, Cristo Jesús nos revela, nos envía el Espíritu Santo, señor y dador de vida. Es la Tercera Persona de la Trinidad que llena a Jesús en plenitud para realizar la obra de la salvación y para conducirnos al Padre, meta, coronación y plenitud de todo.

 Por eso, al santiguarnos en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo, hacemos una profesión sincera y valiente de fe y de amor, una invocación ferviente y un propósito firme de vivir y llevar esa fe, amor y servicio a todos nuestros semejantes.

Amigo, amiga: En el Pan de la Eucaristía nos integramos a Jesús, en comunión con el Padre y el Espíritu Santo. Trinidad viva, indivisible, que se nos entrega por amor, anticipo de la felicidad eterna.