Cargando



DE AYER Y DE AHORA



JAIME ROGELIO PORTILLO CEBALLOS

Varios frutos de la amistad


Domingo 18 de Febrero de 2024 8:34 am


En el transcurso de mi vida (71 años) he tenido todo tipo de amigos: amistades de ocasión, de escuela, de circunstancia, de política, de negocios, por simpatía, y por conveniencia. Unos hechos en el camino, otros surgidos o acercados por afinidad, por interés político, social o económico. Esta aseveración la hago basándome en los tres tipos de amistad que existen según Aristóteles: por interés o utilidad, por placer, y la amistad sincera u honesta. Esta última, curiosamente, combina el gusto, la utilidad, la confianza y benevolencia recíproca de esta asociación voluntaria, afectiva y desinteresada que es la amistad sincera.

Los seres humanos somos sociables por naturaleza, pero nos relacionamos por tres razones: por placer o gusto; por interés o utilidad, y por afecto, o por la combinación de las tres en la verdadera amistad. Nadie busca como amigas a personas desagradables, traicioneras, convenencieras, envidiosas o murmuradoras. La primera ley de la amistad es que nadie debe pedir a su amigo lo que sea indecente, ni concedérselo si le es solicitado. Los maleantes no tienen amigos, tienen cómplices; muchos comerciantes, solo socios; los políticos, aduladores, partidarios o camaradas, y los libertinos, compañeros depravados.

El hombre es un ser social, vive rodeado de personas y necesita de ellas para satisfacer sus necesidades, para lograr realización y crecimiento. En nuestra vida, necesitamos en quién confiar, a quién platicarle sentimientos, problemas y asuntos más íntimos; también necesitamos con quién compartir actividades y tiempo libre.

¿De qué se compone la amistad? De variados elementos:

1. Hay que caerse bien. Es importante sentirnos a gusto con una persona, conversar y compartir sentimientos.

2. Tener algo en común: convicciones, sentimientos, gustos, opiniones, ideas políticas, creencias.

3. Hay que tratarse y tenerse confianza. La amistad es un cariño que se profesa por el otro. El apreciarse implica un dar y un darse, por eso es necesario encontrarse y conversar.

Con el tiempo, la amistad se profundiza precisamente por el trato, el conocimiento y el afecto mutuo. A su vez, la amistad no puede desarrollarse sin lealtad, constancia y estabilidad.

La amistad da muchos frutos. El primero se expresa en la afirmación de que la amistad “redobla las alegrías y corta las penas a la mitad”. Nuestro corazón se encuentra muchas veces cargado y agitado por problemas y pasiones de toda clase, y la amistad opera como el alivio y descarga de la saciedad y agitación que se vive. Ninguna receta abre el corazón sino un amigo verdadero con el cual se pueden compartir penas, alegrías, temores, esperanzas, sospechas, y cualquier cosa que oprima el corazón, en una especie de confesión laica.

La comunicación de la propia intimidad a un amigo produce dos efectos contrarios, pues redobla las alegrías y divide en dos las penas. No hay nadie que, al compartir sus alegrías con su amigo, no disfrute más con eso, ni que comparta sus penas con su amigo que no se sienta aliviado de ellas. El segundo fruto de la amistad es que una persona esclarece sus pensamientos al expresárselos a un amigo y puede recibir de él excelente consejo. El buen amigo es consejero y afectuoso corrector.

Un tercer fruto es que los amigos pueden ser mutuamente útiles. Las ventajas de la compañía son grandes ya que “pueden más dos personas que una sola”, porque logran mejor fruto de su trabajo. Terminaré este escrito con unas citas: “El amigo fiel es una defensa poderosa; quien la halla, ha hallado un tesoro”; “Nada vale tanto como un amigo fiel. Su precio es incalculable”; “Un amigo fiel es un remedio saludable que llena de vida, y los que honran a Dios lo encontrarán” (Eclesiástico 6).