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Las cabañuelas no son lo que muchos creen



NOÉ GUERRA PIMENTEL


Domingo 18 de Febrero de 2024 8:33 am


No, no son los vientos como los de la tarde del miércoles, ni los nublados de todo el día del jueves, ni la lluvia fría que tuvimos desde la madrugada todo el viernes, ni lo del sábado, ni los chubascos que luego se presentan.

Como definición del estudio del tiempo, las cabañuelas surgieron en la península ibérica bajo la influencia de la Fiesta de los Tabernáculos, en la que los judíos recordaban las 4 décadas que sus ancestros caminaron por el desierto del Sinaí huyendo de la esclavitud de más de más de 400 años impuesta por los faraones en Egipto, cuando cruzaron el Mar Rojo de regreso a Canaán, trayecto en el que hicieron rituales profanos y predecían el tiempo para aprovechar mejor su trasiego por aquellas inhóspitas tierras.

Por otro lado, en el territorio de lo que actualmente es nuestro país, encontramos que el origen de las cabañuelas, es decir, del estudio de los primeros días de cada ciclo, surge de los pueblos mayas, de quienes años después lo retomaron los mexicas, quienes dispersaron este conocimiento entre sus contemporáneos, aliados y sometidos. Es de hacer notar que no deja de ser curiosa la similitud de su cosmovisión; en los dos, su calendario consistió de 18 meses y 20 días. Los primeros 18 días de enero servían para cada uno de los meses y los dos días restantes predecían otros fenómenos naturales. Según la sabiduría de los abuelos y demás gente mayor, sabemos que las cabañuelas eran, y en muchas partes del territorio nacional siguen siendo, una especie de método tradicional usado por la gente del campo, quienes, basados en la observación de las condiciones atmosféricas de los primeros 12 días de enero, buscaban predecir los cambios en la naturaleza.

De esta manera, los campesinos y en general la gente del campo, a través de su pura observación y con su aprendizaje heredado, estudian los cambios climáticos durante los primeros días de cada año para hacer el pronóstico del tiempo para los 12 meses subsecuentes. Por ejemplo, si para el día 8 de enero llovió o hizo frío, en el mes número 8 del año se predice que pueda ocurrir un fenómeno similar de lluvia o frío o ambos. Con base a este tipo de conocimiento, mucha de nuestra gente del campo mexicano sabe en qué mes sembrar o realizar otro tipo de actividades relacionada con su tierra.

Para la gente del campo es prioridad llevar la lectura de las cabañuelas porque gracias a esto, tan empírico como tradicional, se pueden predecir los meses de lluvias y sequías para sembrar y obtener buena cosecha. Quienes se valen de este método, idealmente deben llevar una bitácora del clima de cada día de enero, anotar las características del cielo, la temperatura, el viento, y después relacionar ese día con el mes que le corresponde, aunque ciertamente a ninguno de mis conocidos vi que lo hiciera, atenidos tan solo a su pura observación y memoria.

No nos confundamos, las cabañuelas no son los efectos, es decir, ni las lluvias, ni las ventoleras, ni los chubascos, ni las borrascas, ni los chubascos; las cabañuelas son, bajo la explicación anterior, la observación y estudio de los primeros 12 días de enero para la predicción climática dominante de cada mes.

De ahí la justificación de esta colaboración; hay que reconocer que este valioso conocimiento empírico tradicional de los pueblos se ha ido perdiendo más que nada con los distractores de la modernidad y, quizá, con lo que algunos identifican como cambio climático que, en las últimas décadas, ha alterado los climas, las estaciones del año y, con ello, modificado sus resultados. El seguimiento de las cabañuelas empieza el 1 de enero y termina el 12 del mismo mes, y su origen es remoto en sus dos vertientes históricas: la primera es la que nos cuenta que desde hace aproximadamente 35 mil años antes de Cristo, este tipo de predicciones se hacían con base en la luna, lo que permitió al hombre poder cazar, pescar y protegerse de acuerdo a las condiciones climatológicas predominantes.