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JAIME ROGELIO PORTILLO CEBALLOS

Amistad y fortuna


Domingo 25 de Febrero de 2024 2:11 pm


¿Los ricos necesitan de amigos? ¿Hay necesidad de amigos en la prosperidad? Son preguntas que leí hace tiempo en el Tratado sobre la amistad de Aristóteles y que me hicieron pensar sobre la relación entre la amistad y la gente afortunada, próspera, rica o poderosa.

Para mí, toda amistad descansa en una asociación. Los hombres siempre nos reunimos unos con otros para satisfacer algún interés y cada cual saca de la asociación una parte de lo que es útil para su propia existencia. Existen diversos tipos de amistad: la que se lleva a cabo sólo por placer, la realizada por interés o utilidad, y la amistad sincera o verdadera que tiene lugar entre personas buenas o virtuosas.

Cuando hablamos de amistad, hablamos de una relación agradable. Nadie va a pasar el tiempo con quien le sea desagradable o no le cause placer. Por ello, no es posible hacerse amigo de las personas que desagradan.

La amistad es preferencia voluntaria, y lo que más caracteriza a los amigos es la vida común. Así, no es posible que los amigos convivan juntos sin la precisa condición de complacerse y de participar poco más o menos de los mismos gustos, acuerdo que se produce de ordinario entre los verdaderos camaradas.

Volviendo al tema que nos ocupa, creo que cuanto más rica es una persona y más poder y más autoridad ejerce, tanto más experimenta la necesidad de tener amigos en torno suyo. Porque ¿de qué sirve toda esa prosperidad si no puede unirse a ella la beneficencia que se ejerce sobre todo y del modo más laudable con las personas que se quiere y estima? Además, el rico y poderoso ¿cómo va a administrar y conservar tantos bienes sin amigos que lo auxilien? También hay que pensar que cuanto mayor es la fortuna tanto más expuesta se halla.

Creo que la amistad sincera implica lo agradable, lo útil y lo bueno juntos, aunque, como ya dijimos, hay otro tipo de amistades que sólo se quedan en el placer y la utilidad. Los amigos verdaderos quieren el bien recíproco, por ello unen el servicio o utilidad mutua a sus vidas.

Cuando se vive con desahogo económico, la persona desea la amistad no tanto por la utilidad que de ella se pueda sacar, sino por el placer de pasar el tiempo con las personas que se quieren. Así, se dice que los hombres afortunados no tienen necesidad tanto de relaciones útiles, pero sí necesitan relaciones agradables. Como el tedio o fastidio de la vida se quiere siempre evitar, los ricos buscan amigos que les sean agradables. Quizá les convendría más buscar en sus amigos la virtud al lado del placer, porque entonces reunirían todo lo que se necesita para que haya verdadera amistad. Pero cuando se ocupa una elevada posición, se tienen generalmente amigos de muy diversas clases. Unos son amigos útiles, otros son amigos agradables, y como es muy raro que unas mismas personas tengan a la vez ambas cualidades, los opulentos se cuidan poco de buscar amigos agradables que estén al mismo tiempo dotados de virtud, ni amigos útiles con el único objeto de hacer grandes y bellas cosas. Pensando en sus placeres, los ricos y poderosos, sólo quieren amigos dóciles y amables, o bien, gente hábil y dispuesta siempre a ejecutar lo que se les mande.

Y a las personas que sostienen que los hombres absolutamente afortunados, ricos, poderosos e independientes no necesitan para nada de la amistad, puesto que disfrutan de todos los bienes, hay que responderles que cuando se dice “todos los bienes”, esto incluye evidentemente a los amigos, ya que constituyen el más precioso de los bienes exteriores. Si la amistad sincera o verdadera consiste más en dispensar beneficios que en recibirlos, si lo propio de un hombre bueno o virtuoso es hacer el bien en rededor suyo, y si su propósito debe ser el servir mejor a los amigos que a los extraños, se sigue de aquel que el hombre rico, si es de bien, tendrá necesidad de gente que pueda recibir de é1 beneficios.