RAZONES
JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ
Aprendiz de brujo
Lunes 26 de Febrero de 2024 8:22 am
EN el aprendiz de brujo, J. W. Goethe cuenta la historia de
un hechicero que se dedicaba al estudio de las fórmulas mágicas. Un día el
hechicero le encomendó a su ayudante limpiar algunas habitaciones, pero le
prohíbe entrar a su estudio. Este lo desobedece, entra al estudio e intenta
hacer magia para que la escoba y el balde de agua limpien solos el lugar, pero
su incapacidad y las fuerzas que liberó provocan un desastre. En la vida y sobre todo en la política, sobran los
aprendices de brujo que detonan con sus acciones fuerzas que finalmente no
pueden controlar y terminan de una u otra forma devorándolos. Es una forma de
recordarnos que la vanidad, la falta de moderación, la ignorancia y la ambición
suelen generar calamidades. En este caso son tanto el hechicero como el aprendiz, el
presidente López Obrador y su vocero, Jesús Ramírez, los que con su poca
sapiencia, mucha vanidad y nada de moderación, convirtieron un reportaje de The
New York Times que no pasaba de ser la continuación de uno anterior, en una
noticia de enorme repercusión nacional e internacional. Y cuando en una acción
insólita el presidente López Obrador dio a conocer el teléfono privado de la
corresponsal del NYT, cuando cuestionado sobre la ilegalidad de hacerlo dijo
que por encima de la ley estaba su dignidad, cuando ante el riesgo dijo que
mejor los periodistas “le bajaran una rayita” y que si la corresponsal tenía
problemas que cambiara su teléfono, generó un desastre político. El NYT no violó norma periodística alguna, al contrario. Fuentes
del gobierno estadounidense le dieron información sobre investigaciones de un
tema que tiene preocupados a funcionarios del otro lado de la frontera desde
hace tiempo. Esa sospecha se alimenta de hechos: la liberación de Ovidio, el
saludo a la mamá del Chapo, la estrategia de abrazos y no balazos, la forma
desconcertantemente respetuosa con que el presidente se refiere a los
criminales, la falsa narrativa respecto a que la violencia y la inseguridad han
disminuido y la inacción ante el creciente empoderamiento criminal. El NYT con esa información hizo lo que se debe hacer:
enviar una carta a la oficina de Comunicación Social de la Presidencia para
pedirle su opinión sobre lo que se publicaría en los días siguientes. López
Obrador, indignado, lo que decidió es divulgar la carta, presentándola como una
agresión a su dignidad y a la soberanía. Horas después el NYT publicó el
artículo en la primera plana. Un vocero del gobierno estadounidense se limitó a
decir que no había investigación en curso contra el Presidente. Ahí tendría que haber muerto el tema. Pero el propio AMLO
insistió, dramatizó y no aceptó error alguno, al contrario, en la divulgación
de la información personal de la corresponsal desató el caos. La vocera de la
Casa Blanca, Karine Jean Pierre, tuvo que tomar partido y lo hizo a favor de
sus medios. YouTube retiró esa mañanera de sus páginas porque “violaba leyes de
protección de datos personales”. El INAI inició una investigación y horas
después comenzaron a difundirse teléfonos personales, comenzando por el de José
Ramón, el hijo mayor de AMLO, que se quejó amargamente de que se había
vulnerado su privacidad, lo mismo que había hecho su padre con la corresponsal
y otros comunicadores en estos años. Siguieron los teléfonos de Claudia Sheinbaum,
de Jesús Ramírez, e incluso de Xóchitl Gálvez.
Hoy, sea verdad o no, la desmesura de Palacio ha colocado
el tema de la relación con el narcotráfico en la agenda mediática
internacional.