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RAZONES



JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ

Julieta y los desaparecidos


Lunes 18 de Marzo de 2024 8:02 am


Julieta Venegas se presentó el sábado en la noche en un concierto gratuito en el Zócalo capitalino. Horas antes hizo lo que no ha hecho el presidente López Obrador: reunirse con las madres buscadoras, expresarles su apoyo y prometerles que hablaría de ellas durante el concierto. Las madres la buscaron porque para la preparación de concierto habían quitado los memoriales para los desparecidos que habían instalado frente a Palacio Nacional.

Antes de terminar su concierto, Julieta le dijo a los miles de asistentes que quería aprovechar el momento para expresar solidaridad con los padres buscadores: “Me uno al reclamo para que se respeten sus espacios de expresión y de memoria porque ¡vivos se los llevaron y vivos los queremos!”.

El Presidente nunca se ha reunido ni ha dado un espacio a los padres y madres buscadores. Condecoró a Estela de Carlotto, presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo y un ícono en la lucha por los desparecidos en Argentina, pero jamás ha tenido tiempo para las madres buscadoras en México ni ha dedicado un segundo al reconocimiento que tuvieron las madres buscadoras galardonadas por el Premio de Derechos Humanos Rey de España y recibidas por Felipe VI en Alcalá de Henares, con un discurso que exhibió el profundo drama que significa tener entre los tuyos a un familiar desaparecido.

El Gobierno Federal no sólo ignora a los familiares de los desparecidos: minimiza e ignora el crimen en sí mismo. Karla Quintana, presidenta de la Comisión Nacional de Búsqueda, renunció a su cargo porque el Gobierno Federal no acepta el número de desaparecidos que la propia comisión tenía registrado en lo que va del sexenio: 50 mil. El Gobierno Federal ordenó levantar un censo para demostrar que los desaparecidos son menos que los que tiene la comisión de búsqueda. En otras palabras, quieren desaparecer a los desaparecidos.

Muchas veces hemos dicho que, salvo casos excepcionales, las desapariciones sufridas durante este sexenio no fueron parte de una política de Estado ni de una política de exterminio ordenada desde el poder, es parte de una lucha entre grupos criminales empoderados, que tienen secuestrado parte del territorio nacional, donde matan, secuestran y desaparecen a quienes no son de los suyos o no se doblegan, en los que el Estado no tiene control.

Los muertos y las desapariciones son el síntoma más costoso de la ausencia de una estrategia de seguridad que busque controlar la inseguridad crónica que vivimos cotidianamente desde años atrás. Los desaparecidos no votan, pero el drama que conllevan las desapariciones y la herida social que dejan es enorme. Como dijo Felipe VI: “La desaparición de una sola persona erosiona la confianza en las institucionesy desafía la conciencia colectiva”.

Lo he vivido. Es peor que constatar la muerte de un ser querido. A un ser querido se le puede despedir, pero con un desaparecido no es así: no está, pero sigue siendo parte de la vida, la angustia de no saber si está muerto o vivo es terrible, desoladora, tóxica para el alma.

Esas madres, esas esposas que no son recibidas en Palacio Nacional, a las que no dejan entrar para no ensombrecer la narativa de supuesta felicidad colectiva que destila La Mañanera, exigen un lugar: deberían ser reconocidas, auxiliadas, apoyadas desde el propio poder. No lo hace el presidente, lo hizo Julieta Venegas, una de nuestras mejores y más entrañables artistas, en un gesto que la engrandece.