Cargando



ALGO MÁS QUE PALABRAS



VÍCTOR CÓRCOBA HERRERO*

El verbo en nuestra vida


Miércoles 27 de Marzo de 2024 8:21 am


La Semana Santa está ahí, entre nosotros, evocando la última semana de Cristo en la tierra. Ojalá sea motivo para crear un diálogo fructífero que nos haga conjugar el intelecto con la espiritualidad, ayudándonos a unirnos con un objetivo fundamental: que espigue la amistad y la confianza. Es un período de reflexión.

Hoy más que nunca necesitamos de esa escucha, de esa acción amorosa, para entrar en sintonía con nosotros mismos. Al fin y al cabo, lo importante es reconstruir con humildad y coraje, acogiendo siempre la novedad con la expectativa de fraternizarnos.

Hermanarse es nuestra gran asignatura pendiente. Estamos, en consecuencia, en el momento litúrgico más intenso y de mayor apertura. Tenemos que aprovechar todas las indulgencias que el instante nos trae, no importan las creencias. Lo que nos pertenece a todos por igual es dejarnos acompañar por el silencio, por los sacrificios y el arrepentimiento innato, que nos surgirá del aprender a reprendernos. Es Dios el que nos injerta la visión y nos marca el camino. ¡Dejémonos acompañar por su llamada!

Tenemos que confluir en los perdones, en las enmiendas. Hemos de regresar a la autenticidad de la palabra para poder salir en comunión de esta mundanidad que nos atormenta, y ver que el gozo radica en un vivir eternamente junto al Creador.

Este es el gran tiempo de la misericordia. Nos viene bien para repensar la confusión que nos invade, la prepotencia que nos degenera o ese amor enfermo que se transforma en violencia. Necesitamos un cambio, retomar otras rutas donde se aprecie a la persona que camina a nuestro lado y se respete su libertad. Celebremos el amor ilimitado de la cruz y, mientras hacemos pausa en nuestro diario de vida, disfrutemos del anhelo de una estación mejor, en la que también nosotros podamos ser mejores, liberados de la pandemia de maldades. ¡No es una ilusión, es una esperanza!

¡Dejémonos acompañar por la llamada de Cristo!, ya que ha sido maestro de esta sintonía. En su peregrinar nos ha dado su secreto: la relación con el Padre. ¡Abandonémonos de lo terrestre! Amparémonos en lo celeste. Esto, lógicamente, se compendia en la fe: en estar convencidos de rodearse de un amor grande y fiel del que nada nos podrá separar.