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Autismo e intervenciones terapéuticas



DIEGO CABRAL LÓPEZ DE LA CERDA


Domingo 14 de Abril de 2024 9:55 am


I/II

El Trastorno del Espectro Autista (TEA) es una condición del neurodesarrollo que está presente en una de cada 100 personas, según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se caracteriza por “Déficits persistentes en la comunicación y en la interacción social en diversos contextos y patrones repetitivos y restringidos de conducta, actividades e intereses”.

Se manifiestan en los primeros 3 años de vida y causan afectaciones significativas en el funcionamiento diario. El 2 de abril se conmemora el Día Mundial por la Concienciación del Autismo; este día propongo hacer una pausa y reflexionar sobre las intervenciones terapéuticas y la participación ciudadana de las personas autistas.

El abordaje del autismo en mi trayectoria profesional se remonta a 2010, cuando inicié mi servicio social en la Clínica de Autismo. En ese tiempo los objetivos terapéuticos consistían en “disminuir la sintomatología autista”, con la esperanza de que el paciente pudiera integrarse a la sociedad al modificar sus comportamientos. Hoy, miro hacia atrás y siento que aquello era erróneo. ¿Acaso una “buena terapia” consiste en hacer que una persona autista pase desapercibida entre sus compañeros?

Aquellas experiencias me llevaron a replantearse los modelos de intervención y buscar estrategias para una infancia más plena, en las que junto con la familia, con estudio y capacitaciones, desarrollamos formas de estimular el desarrollo infantil y fomentar la interacción social desde el juego, así como construir espacios seguros donde las emociones pudieran nombrarse y crear estrategias de regulación sin juzgar los movimientos estereotipados o retirarse momentáneamente para luego retomar la terapia.

En aquel entonces, el símbolo más común era una pieza de rompecabezas azul, una representación que sugiere una persona incompleta, que necesita encajar en un tablero para ser parte de la sociedad. El color azul también hace referencia a que se consideraba mucho más común en hombres que en mujeres, y la pieza no deja de ser algo infantilizante.

Las intervenciones se centraban en modificar esa pieza para que encajara, aunque a menudo generaba consecuencias negativas como ansiedad o depresión por el enmascaramiento de la verdadera identidad. Todavía los especialistas en salud mental que describen los síntomas para el diagnóstico de Trastornos del Espectro Autista (TEA) en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V) siguen considerando esta “patología” con características estigmatizantes como “Déficits persistentes en la comunicación y en la interacción social en diversos contextos y patrones repetitivos y restringidos de conducta, actividades e intereses”.

Es importante recalcar que el autismo es una condición inherente a las personas; las variaciones en la interacción social, comunicación, intereses específicos y alteraciones sensoriales son características que conforman a cada individuo.


*Director de GAMA AC