INNOVEMOS ALGO ¡YA!
MARÍA EUGENIA GONZÁLEZ PEREYRA
Abracadabra
Viernes 19 de Abril de 2024 8:49 am
CUANDO hablamos de abuso sexual infantil para nadie es
grato; si se pudiera, de nada de eso las personas quisieran saber o escuchar,
porque la realidad es tan cruel que nuestra psique tiende a conectarse con la
negación, creyendo que así todo desaparecerá. La verdad es que tanto el
abusador como los involucrados generalmente prefieren apostarle al silencio. A
veces, la víctima consigue denunciar el abuso al que ha sido sometida, ya sea
con su voz amedrentada o dando indicios de lo que ha sucedido o está
ocurriendo. No todas las víctimas de abuso sexual infantil se callan,
pero a menudo los adultos que deberían defenderlas, resguardarlas y denunciar
al depredador o depredadora, en su impacto, evaden la realidad, las
revictimizan y también las obligan a callar, enfermándolas quizá de por vida. Quizá esa traición sea igual o más grande que la del
abusador. Lo peor es que para lograrlo, ya sea desde una maldad estratégica o
desde el inconsciente que cree que así se protege, se forja la más cruel de las
acciones: desprestigiar a la víctima al precio que sea con tal de que el tema
no se toque, no se exhiba. Si buscamos una razón para comprender a los cuidadores que
prefieren el silencio, encontraremos tantas como estrellas en el cielo. Desde
el abusador que no quiere ser delatado y exige el silencio bajo amenazas, hasta
los cuidadores que, para no ser cuestionados por su negligencia, prefieren
sacrificar al infante abusado, generan el secreto que hará incluso más daño que
el abuso mismo, con consecuencias futuras y transgeneracionales que no cesarán
hasta que alguien rompa el silencio y busque ayuda profesional. Es como si quisieran que en un “abracadabra” todo
desapareciera. Por ejemplo, una mujer hace mención del abuso vivido e
inmediatamente su madre interrumpe, negando el hecho para proteger su imagen
sin importar el dolor y el olvido al que ha sometido a la víctima. Miles de niños no son atendidos ni acompañados porque sus
adultos prefieren callar; así las madres encubren a los abusadores, los colegas
callan señales y creen que con pensar que eso no pasó ni volverá a pasar, ha
dejado de lacerar. Realmente es tiempo de que innovemos algo ya y que
permitamos a las víctimas encontrar resguardo y consuelo en terapia. No se
valen los abusadores del silencio ni de la buena imagen, incluso si dicen que
es para que la víctima olvide, cuando en realidad es para que el mundo no se
entere de su complicidad.