RAZONES
JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ
Crímenes electorales impunes
Lunes 22 de Abril de 2024 8:15 am
EL asesinato de Noé Ramos, alcalde con licencia de Ciudad
Mante, Tamaulipas, que buscaba reelegirse como candidato del PAN-PRI en ese
municipio, difícilmente podrá ser atribuido al crimen organizado. Noé Ramos era
un político muy cercano al exgobernador Francisco Javier García Cabeza de Vaca,
cuya candidatura había sido bloqueada por el TEPJF apenas unas horas antes de
ser asesinado en un evento público a puñaladas. Noé operaba políticamente y gobernaba en uno de los puntos
más álgidos por la presencia del narcotráfico en el país, desde hace dos años
había denunciado amenazas de muerte para él y su familia. Pero el gobernador
Américo Villarreal decidió quitarle hace un año la escolta de seguridad con la
que contaba. Esa custodia la volvió a solicitar Noé al gobierno estatal
en por lo menos tres ocasiones por medios de tres oficios que envió en mayo y
junio del año pasado, al secretario General de Gobierno del Estado, Héctor Joel
Villegas. En esos escritos Ramos reclamaba el regreso de su seguridad
porque había recibido amenazas de muerte e incluso advertía de si algo le
pasaba a él o su familia sería responsabilidad del gobernador Villarreal y de
su secretario de Seguridad, Sergio Chávez. Las denuncias fueron ignoradas. En
otro texto revelaba amenazas en actos públicos, e incluso por esa razón el 14
de diciembre de 2022, acudió al Congreso para pedir protección al Gobierno
estatal. El Alcalde asesinado decía que sus riesgos mayores
provenían de su principal rival política local, la ahora candidata de Morena, Patty
Chío de la Garza, una candidata que había sido impuesta directamente por el
gobernador Villarreal en una decisión que no fue tomada por la militancia en
Ciudad Mante, sino por la oficinas de gobierno de Ciudad Victoria. No hay detenciones por el asesinato de Noé pese a que fue
asesinado a puñaladas en un acto público. Si hubiera tenido seguridad por lo
menos el agresor hubiera podido ser detenido. Pero alguien había decidido que,
pese a todo, ese candidato no tendría protección aunque estuviera amenazado, y
haber solicitado durante un año, durante tres oficios, esa seguridad al
gobierno del estado y a operar en una zona de alta incidencia del crimen
organizado. ¿Por qué? Porque era enemigo político del gobernador. Es un crimen producto directo de la negligencia y el
desinterés gubernamental en proteger a los candidatos. De poco sirve que hasta
el presidente López Obrador diga que se dará protección a los candidatos que lo
soliciten, incluso sin hacer el correspondiente análisis de riesgo si después de
solicitarlo durante un año, las autoridades deciden no proteger a un aspirante
que sin duda requería esa protección.
Sí sumamos el asesinato de un candidato en Oaxaca,
secuestrado junto con su esposa, la actual alcaldesa municipal, ocurrido
también este fin de semana, tenemos ya por lo menos 17 aspirantes asesinados
desde que comenzó la campaña electoral, si ampliamos el círculo a dirigentes,
aspirantes no registrados y familiares directos tenemos más de 50 y los actos
de violencia suman más de 150. Todos los casos, rigurosamente, han quedado en
la impunidad. De los 17 asesinatos de candidatos hay un solo detenido, que
todavía no es procesado. En ningún caso se tiene a los asesinos intelectuales y
mucho menos se saben los móviles de esos crímenes. La seguridad prometida es
tan escasa que ninguno de ellos tenía protección.