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Colima, magnicidios y muertes trágicas



NOÉ GUERRA PIMENTEL


Domingo 28 de Abril de 2024 8:04 am


CON el tiempo, en Colima se han registrado historias trágicas entre quienes han ocupado la titularidad del Poder Ejecutivo del Estado con la muerte de gobernantes durante su gestión, previamente o después de terminar su encargo, hechos que en diferente medida han conmovido la vida social de la entidad y más allá. Desde su constitución como Estado de la Federación en 1857, Colima ha tenido que lamentar la muerte de varios gobernantes, decesos que aquí ubico en tres periodos de la historia nacional: la Reforma, el Porfiriato y la época contemporánea.

La lucha fratricida entre los denominados “liberales” contra los llamados “conservadores” fundó una crisis política en gran parte del país y el estado. Las tragedias de mandatarios locales iniciaron con el primer gobernador, Manuel Álvarez, quien, designado por el bando liberal el 19 de julio de 1857, fue asesinado el 26 de agosto, durante un motín en el centro de la ciudad a la edad de 56 años.

Otros tres gobernantes que enfrentaron similar destino fueron José Silverio Núñez, quien fue ultimado a los 56 años de edad, y Miguel Contreras Medellín, a los 39, ambos liberales que perdieron la vida tras un combate. A dichos decesos se suma Gerónimo Calatayud, del bando conservador, quien despachó desde la máxima magistratura estatal hasta marzo de 1860, cuando huyó a Tepic, donde fue derrotado y, para evitar ser prisionero, optó por suicidarse a los 54 años. Fueron tiempos de atraso para Colima, pues en 3 años transitaron por el Ejecutivo una veintena de titulares, algunos ocupando el cargo apenas días u horas.

Durante el Porfiriato, en Colima perecieron dos gobernadores: Francisco Santacruz y Escobosa, y Filomeno Bravo, el primero a causa de una depresión padecida ante el asesinato del mayor de sus hijos, Agustín, y el segundo, por el poder político.

Santacruz y Escobosa se agravó en su finca de Cuyutlán en 1902, falleció en el traslado a la altura del barrio de la Concordia siendo gobernador. Filomeno Bravo, quien en 1958, como comandante del pelotón, le perdonó la vida a Benito Juárez en Guadalajara, previo a su llegada a Colima, en 1877, como gobernador, fue derrocado por Doroteo López con una carta en mano que declaraba la desaparición de Poderes.

Como Bravo fue renuente, le fabricaron una riña en la que, al intervenir, los rijosos se unieron en su contra siguiéndole hasta su casa, donde fue acorralado y después de agredido, encarcelado, escapando rumbo al Mamey, hoy Minatitlán, hasta donde fue perseguido y colgado.

Ya entrado el siglo XX, en septiembre de 1973, una noticia conmovió a todo el estado y más allá: había fallecido el gobernador electo Antonio Barbosa Heldt el 18 de septiembre, apenas mes y medio antes de tomar posesión del cargo, la versión oficial refería al suicidio, lo que seguido por la inmediata participación de sus dos colaboradores más cercanos Alfredo Hernández, su secretario privado, y Samuel Rodríguez, su médico de cabecera, levantó una serie de rumores que a medio siglo perviven en el imaginario colimense, coronados por la frase “¡Tú sigues!”, que hiciera popular un vendedor de aquel tiempo, al ofrecer su producto por las calles de Colima.

Para el siglo XXI, los colimenses volverían a vivir la muerte de sus gobernantes. Primero con Gustavo Vázquez Montes, en el accidente aéreo ocurrido la tarde del jueves 24 de febrero del 2005, y posteriormente con su sucesor, Silverio Cavazos, quien fue arteramente agredido al año y 20 días de dejar el cargo, el domingo 21 de noviembre de 2010, afuera de su domicilio particular. Ambos personajes murieron a la edad de 42 años. La situación del estado cambió para mal, pues Colima se estrepitó en las métricas de calidad de vida, disparando exponencialmente los indicadores de violencia en los últimos 5 años. Se dice que el “hubiera” no existe, pero se vale preguntar ¿qué hubiera pasado si lo anterior no hubiese ocurrido? Se vale imaginar.