El oficio de empedrador
CARLOS ALBERTO PÉREZ AGUILAR
Martes 30 de Abril de 2024 8:11 am
A estas alturas considero muy difícil calcular la cantidad
de piedras que revisten nuestras calles, creando empedrados en toda la ciudad.
En el caso de nuestra zona conurbada son parte de nuestra fisionomía, pero
también son toda una acción de planeación urbanística para regular el clima, la
absorción de agua e incluso la seguridad vial. Desafortunadamente no sólo en Colima, sino en todo el país,
el oficio de empedrador va en decadencia porque cada vez son menos los que
realizan esta actividad artesanal que exige de maestría y, sobre todo, de
querer hacer un trabajo que implica esfuerzo, sacrificio, fuerza y mucha
inteligencia. Los empedradores se cotizan bien, cada vez más, al haber
menos generaciones que opten esta opción, pero también ante la competencia con
la era de los concretos hidráulicos y adoquinados que han ido ganando terreno
en los nuevos modelos de urbanización y que por un momento quisieron demeritar
el valor de este oficio. La idea de que materiales diferentes darían mejores
condiciones urbanas en algunos fraccionamientos, y que vendieron la idea de que
el empedrado era cosa rezagada y de zonas populares, trajo consigo una baja en
el empleo de una última generación que, al no conseguir trabajo en la ciudad,
migró para buscar el sueño americano. Quienes se quedaron asumieron el reto, pero suelen estar
comprometidos con empresas o contratistas, y ahora que la época de vacas flacas
ya pasó, se han convertido en herederos de un oficio que, de nueva cuenta,
cobra valor para labores de reparación, atención, mantenimiento y nueva
instalación. La mayoría de las familias de empedradores en Colima son
originarias de comunidades como Zacualpan, Suchitlán, Cofradía de Suchitlán y
algunos en Cuauhtémoc. En Manzanillo, por ejemplo, los empedradores son
personas que viven en zonas rurales como Camotlán o que van desde Minatitlán,
por lo que genera un problema severo para que los ayuntamientos puedan
contratar a nuevo personal que se encargue de este trabajo.
En la ciudad vemos las condiciones de nuestros empedrados,
que han resistido largos periodos e inclemencias, y que en algunas áreas forman
parte de la identidad urbanística con el paisaje de piedras cubiertas de césped
que nace al filo de cada piedra armada, pero también, en otras zonas, cráteres
que se tendrán que ir rellenando por chapopote, hasta que quizás sea mejor
pavimentar la ciudad.