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Como en “Casos de la vida real”



CARLOS ALBERTO PÉREZ AGUILAR


Martes 14 de Mayo de 2024 9:03 am


En una casa, las mujeres eran sometidas por hombres que crecieron con una visión controladora de cómo deben ser las cosas “para que estén bien”, resultado de una cultura surgida desde tiempos atrás en que sometían por arraigo, por poder, justificándose en “los usos y costumbres” y con el único derecho de ser hombres.

En esa casa, las mujeres fueron restringidas, limitadas, utilizadas y vistas por mucho tiempo sólo para labores del hogar, deberes familiares, de presencia y compañía; eran hombres decidiendo el rumbo de sus vidas, quienes les decían incluso cómo vestirse, con quién salir.

“Calladitas se ven más bonitas”, “estas cosas no son para mujeres”, “esto es sólo de hombres”, eran las frases de sobremesa que todos los días se hablaban, mientras que la arraigada cultura ponía a las mujeres sólo como damas que acompañaban o servían.

Poco a poco, las cosas fueron cambiando. El machismo perdió fuerza y la visión cultivada, arraigada, entrañada, fue tomando una nueva forma: la de la manipulación, la del aplauso a los logros de las mujeres, mismas que fueron vistas como niños que aprendían a caminar, entre sorpresas y alientos que inspiraran para después controlar.

Muchas mujeres dejaron de servir la mesa; ahora tenían su propia mesa, pero sin que se atrevieran a molestar la sala de los hombres, salvo para pedir permiso. A veces se les oía y se invitaba a pasar, pero sólo a aquellas que convenían a los intereses que ellos querían guiar.

Les solían decir: “Ven, atrévete, es tiempo de las mujeres, pero haz lo que yo te digo, porque así se tiene que hacer”.

Salir a la calle, encontrar trabajo y hacer realidad proyectos resultó conveniente ante la edad de los patriarcas de la casa, pero atreverse a caminar con un pensamiento distinto era una imposibilidad, riesgos que no todas estaban dispuestas, porque son libres mientras no se alejen del yugo que muchas veces confunden con protección.

La violencia sutil se impregnó tanto en la casa que hacer algo, lograr algo o pensar algo debía ser con permiso, y si no, era invalidado. Cualquier escrutinio individualista o decisión de libertad sería castigada con rivalidad. Muy pocas dejaron la casa, muy pocas han aceptado ese reto; se necesita valentía para ello.

Si quieres leer más sobre el control como forma de violencia de género te invito a entrar al siguiente enlace del Portal del centro Oscar Arnulfo Romero, al artículo “La violencia de género: una cuestión de poder y control”: http://bit.ly/3yflFhv