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RAZONES



JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ

Narco y Ayotzi: en su propia trampa


Miércoles 15 de Mayo de 2024 8:38 am


El presidente Obrador ha sido tan excesivo en sus denuncias que ha acabado al final de su mandato aprisionado en sus propias trampas. Son innumerables las contradicciones en las que está cayendo cotidianamente, pero dos son notables: el caso Ayotzinapa y la relación del poder con el narcotráfico.

Lo sucedido el lunes en Palacio Nacional es sencillamente inadmisible. Un grupo pequeño de supuestos estudiantes de Ayotzinapa llegó al Zócalo y con toda impunidad comenzaron ataques con cohetones con metales que dejaron, además de daños al inmueble, 26 policías heridos, hombres y mujeres que tenían la orden de soportar y no hacer nada.

El Presidente dijo en La Mañanera de ayer que eran provocadores que llegaron con tres camiones, hicieron el ataque y se fueron. Si eran provocadores ¿por qué nadie hizo nada?, ¿por qué, pese a que hay policías heridos y fue un ataque contra Palacio Nacional, no hay una denuncia?, ¿por qué se les permite actuar con total impunidad a estos grupos en cualquier lugar del país, incluyendo el centro político del poder?

Insistimos, no hay denuncias ni detenidos. ¿Qué tienen que hacer estos provocadores, sean o no de Ayotzinapa, para que se les ponga un límite?, ¿existe un límite para ellos? Estos grupos dicen que atacaron Palacio Nacional, y lo ratificó el Presidente, porque protestaban contra la sentencia que les permite a ocho militares seguir en detención domiciliaria el proceso por delincuencia organizada relacionado con el caso Ayotzinapa.

Los malabares que tiene que hacer Obrador con este tema dan pena ajena. El Presidente sabe que la investigación fracasó, sabe que esos militares son inocentes, no tienen una sola prueba seria que los involucre. El presidente quedó atrapado en su discurso.

Lo mismo sucede con el narcotráfico. El Gobierno ha hecho escarnio de sus antecesores, acusándolos de estar coludidos con el crimen organizado, de haber provocado masacres y generado el clima de violencia. Pero resulta que lo hizo usando las mismas acusaciones y en ocasiones los mismos testimonios de criminales convertidos en testigos protegidos que ahora lo acusan a él. Con una diferencia: por más equilibrios que se hagan en La Mañanera, el número de asesinados, desaparecidos, de extorsiones y de violencia es el más alto de la historia contemporánea del país y supera con mucho el de los sexenios que el presidente califica de narcogobiernos.

Esa violencia cruza el país de norte a sur y de este a oeste. El discurso de responsabilizar a los antecesores por lo que ocurre en la actualidad, funciona cuando está comenzando un gobierno, no cuando está en sus últimos meses y han pasado 5 años de fracasos en la política de seguridad.

El Presidente puede sostener que la DEA hizo en su último informe anual un “refrito” de informaciones ya conocidas, pero ese refrito es la posición oficial del Gobierno estadounidense y exhibe una realidad que puede ser inmanejable. En ese sentido, pocas cosas deberían ser más importantes para el Estado mexicano que la relación con sus vecinos, principales inversionistas y socios comerciales.

Pero también en esto el Presidente quedó atrapado en un discurso irresponsable para con sus antecesores, para sí mismo y para la relación con EUA. No es sólo un costo dialéctico: implica casi 188 mil muertos en el sexenio, 50 mil desaparecidos y cien mil muertos al año por sobredosis en la Unión Americana. Las palabras pesan, las realidades mucho más.