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LA PALABRA DEL DOMINGO



ÓSCAR LLAMAS SÁNCHEZ

¡La casa dividida! (Mc 3, 20-35)


Domingo 09 de Junio de 2024 8:00 am


Jesús entró en una casa con sus discípulos. La multitud sigue necesitándole, y él continúa entregándose a ella, pero surgen de nuevo las críticas de los escribas y de sus propios parientes, a quienes apoyan los maestros de la ley.

Si los parientes consideran que Jesús está trastornado, los maestros de la ley emiten un diagnóstico más sofisticado: es un agente de Satanás. La acusación, aunque inconsistente, es grave. Jesús se ve obligado a defenderse adoptando por primera vez el lenguaje parabólico. Con él, desenmascara la invención de sus adversarios y desvela una vez más su identidad. Superior a Satanás, es el depositario y el administrador de las fuerzas divinas. La escucha atenta de su palabra y el cumplimiento de la voluntad de Dios son sus rasgos característicos.

El tema esencial es el combate entre los dos espíritus, y el combate que libra Cristo es el del “más fuerte” contra el “fuerte”. Los practicantes toman parte en ese combate optando uno u otro: optar por el espíritu de Dios es escuchar su palabra y ponerla en práctica.

El evangelio también nos habla que Cristo encuentra a su familia. La oposición entre los apóstoles y la familia de Jesús es frecuente, eco sin duda de las querellas que separaron a unos de otros sobre la sucesión del Mesías. De hecho, esta oposición entre los “hermanos de Jesús” y sus “apóstoles” ilustra la cuestión de la fe.

Los conciudadanos de Cristo no comprenden su enseñanza. Ni la vista de los milagros ni las victorias de Jesús sobre Satanás les hacen cambiar de parecer. Cristo opta por fundar una nueva familia; la pertenencia a ésta es cuestión de libertad y no de lazos naturales, de escucha de la Palabra y no de sentimentalismo, por lo que, al oír que afuera de la casa están su madre y hermanos llamándole, responde: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?” Y mirando a los que estaban sentados alrededor de él, dice: “He aquí mi madre y hermanos, porque cualquiera que hiciera la voluntad de Dios, ese es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.”.

El cristiano se encuentra entre dos fuerzas contradictorias: o sucumbe al pecado y se hunde en la primera, o escucha la Palabra y la obedece, con lo que elabora la solidaridad del reino nuevo.

Amigo, amiga: Recuerda que recibir a Cristo en la Eucaristía es una auténtica experiencia de fe y de amor que nos fortalece y nos impulsa a cumplir la voluntad de Dios.