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Lo escrito permanece



JESÚS ADÍN VALENCIA


Miércoles 10 de Julio de 2024 8:15 am


EL acto de sostener un periódico me parece cargado de romanticismo, costumbre que se antoja cada vez más obsoleta, porque va sustituyéndola una pantalla de celular; habrá quien evoque al periódico como el correctivo para una mascota, envolver papayos, hacer piñatas o figuras de papel maché. El periódico impreso ha sido por muchos años provisión para la espera en el retrete, aunque habrá quien se decante todavía por los ingredientes del champú, la historieta mexicana o un Tv y novelas.

El acto de sostener un periódico, decía, pero sostenerlo en sí, no en cuanto al esfuerzo titánico, hoy en día, que debe ser mantener a flote una empresa de tal brega, me refiero al hecho de sentarnos, abrir el impreso, hojearlo, leer tal vez en la sala o, como en las películas gringas, mientras la esposa sirve hot cakes o huevos con tocino a sus hijos, y el papá cubre su rutina hasta la coronilla con un periódico; en una cafetería, con pose de intelectual, leerlo, y de vez en vez darle un sorbo a la taza de café; hay otra imagen, eternizada en el centro de Colima, gracias a la escultura de Zamarripa, en representación de un pasajero que llegaba a nuestra tierra, y se hospedaba en el Hotel Ceballos, digno homenaje a don Enrique Ceballos Cárdenas, fundador de dicha posada.

Al hablar de periódicos, cómo dejar de lado los voceadores, con su famoso “¡extra, extra!”, antes de leer el encabezado; previamente, periodistas fuman frente al teclado, estructurando su nota, sin dejar de calcular la medida exacta para el departamento de diagramación.

He dejado “Lo Impreso”. Pero este cambio me resulta bastante afortunado; dispongo ahora de todos los miércoles, que me parece un excelente día; publico en el llamado “ombligo de la semana”, a la mitad del camino, ni tan cerca de los lunes con su ajetreo, ni tan cerca del viernes, con su alborozo.

Agradezco a Mario Alavez, director del Diario de Colima; a Julio Zamora, a quien además de estas colaboraciones, en otro tiempo le mandaba textos al Ágora; asimismo, a la editora actual, Mayra Laureano, a quien conocí en el Diplomado de Creación Literaria en 2016; el tiempo vuela.

Reza una locución latina: verba volant, scripta manent (la palabras vuelan, lo escrito permanece), pero hay otra frase de mayor popularidad, que deriva de la anterior: “las palabras se las lleva el viento”, para dar razón de lo efímero o fugaz que puede ser un mensaje cuando no queda registro de ello. Otra forma de resaltar la importancia de lo escrito está en los pactos. Para formalizar un convenio entre dos partes, difícilmente un acuerdo de palabras o contrato verbal garantiza la certeza de lo escrito; “papelito habla”, se nos ha dicho.

Si el papel habla, espero les diga siempre algo congruente o, al menos, bien articulado, si no, quedará el registro digital de mi pifia; lo escrito permanece. Me parece que en la permanencia hay un afán de no desaparecer. Supone renovación; renovarse o morir, o cambiamos o nos estancamos. Involucra la supervivencia del más apto, máxima darwiniana, porque la evolución debe ser constante, así lo hemos visto, por ejemplo, en partidos políticos al hablar de innovación. La permanencia también se observa en un sentido equivoco. Seguro la ha visto usted en la necedad de permanencia que refleja algún político afianzado en su “trayectoria política” seguirle dando a las mieles del poder, con adeptos a la sombra de su pater familia; o tal vez, ha visto el deseo de permanencia en algún autoproclamado columnista que sigue necio en escribir.

El caso concreto es que migra el día de hoy mi columna a la versión digital; también cambia de nombre. Mucho agradezco a Diario de Colima esta oportunidad de permanencia; mi colaboración se daba los sábados de forma quincenal. Opté, hace casi 2 años, para ser más preciso el 26 de noviembre de 2022, por el título “Lo Impreso”, en parte con el ánimo de ponderar el esfuerzo de vigencia para la prensa escrita, y honrar cómo sigue dando vueltas el cilindro de las imprentas, y también para jugar con el término simple de “lo impreso”, donde cada impresión personal, cada estampa, igual permanece en línea.