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Aprende de tu vida



RUTH HOLTZ*


Viernes 12 de Julio de 2024 8:28 am


UNA de las metas de un tratamiento psicoterapéutico es dar otra mirada a las vivencias dolorosas de nuestro pasado. En ese proceso, es menester favorecer el desahogo de las emociones encarceladas en los momentos más difíciles de la vida de esa persona; convencer a la persona de que la amorosa atención a sus sentimientos abre una puerta a la conexión con uno mismo que empodera. Es como recobrar el dominio de nuestro ser y ocuparse, sin negación ni delegación de nuestras necesidades internas.

La experiencia personal es el cúmulo de vivencias que pueden escapar de nuestra conciencia si tenemos una actitud de restringir nuestra atención por miedo a sufrir. Quitarnos de encima ese miedo y aceptar vivir y experimentar lo que duele y ya, es difícil. Sobre todo el “y ya”; el dejar atrás sin darle un significado que magnifique y prolongue la situación vivida.

Mucho de lo que nos acongoja es más fantasía y especulación sobre lo que pasó, que lo que puntualmente pasó. Sacar conclusiones, tomar decisiones y cambiar nuestra forma de ser en función de una actitud equivocada ante lo que nos pasa, puede hacer de un evento el suplicio de toda nuestra vida. Qué pena arruinar una vida por unos cuantos eventos desafortunados. La verdad es que la vida es más que “lo que nos hicieron”.

Recobrar la experiencia personal es poder armar de nuevo el rompecabezas, diferenciando nuestra fantasía, explicaciones para defender nuestro amor propio y haciendo a un lado interpretaciones en las que nos colocamos como víctimas. Y es que hasta el más pequeño puede elegir. El dolor padecido debe ser reconocido y subsanado sin regodearnos de lo que nos ha acontecido y menos usarlo para sobornar a otros “por todo lo que hemos sufrido”.

Dejar el dolor atrás sin perder el aprendizaje de tales vivencias es lo que llamamos en psicoterapia “cosechar los frutos de la adversidad”, frase de Shakespeare que nos ilustra sobre que todo puede enseñarnos algo y más aun lo que hemos padecido. Obtener ese fruto ayuda a “ver algo bueno” en aquello que nos pasó para permitirnos dejar de recordarlo, torturándonos.

Sanar es eso y la psicoterapia el espacio privilegiado para lograrlo; ante un testigo, el psicoterapeuta, para dar forma a nuestro sentir al compartirlo y para ayudarnos a explorar áreas que se resisten por miedo al dolor y por ese autoengaño que trata de resguardar nuestro orgullo. No hay ninguna vergüenza en aceptar lo que nos ha apaleado y darle una mirada compasiva que nos permita recobrar nuestra alegría de vivir y nuestra libertad.

 

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