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RAZONES



JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ

Dos asesinos


Viernes 19 de Julio de 2024 8:12 am


II/II

El célebre periodista David Remnick recordó en el New Yorker un estudio sobre la violencia en su país que decía “es cometida por individuos aislados, por pequeños grupos y por grandes turbas; está dirigida contra individuos y multitudes por igual; se lleva a cabo con una variedad de propósitos y en una variedad de formas que van desde asesinatos y homicidios hasta linchamientos, duelos, peleas, disputas y disturbios; surge de intenciones criminales y de idealismo político, de antagonismos que son completamente personales y de antagonismos de gran consecuencia social”. En ese verdadero enjambre de motivaciones, las causas y motivaciones reales del ataque a Trump quedaran eclipsadas.

Nuestra violencia es muy diferente. En lo que va de este sexenio, tenemos 200 mil muertos y 50 mil desaparecidos, cifra digna de un conflicto bélico. Las declaraciones que hizo Héctor Martínez  Jimenez, El Bart, sicario que intentó matar a Ciro Gómez Leyva, lo escenifica con absoluta claridad: el mata por encargo; dice que se puede matar por 5 mil pesos. Según su declaración, había matado a por lo menos 20 personas.

Este tipo de violencia exhibe un desgarramiento social tan profundo como el que podemos ver en nuestros vecinos del norte, pero mucho más extendido y peligroso: la vida en realidad no vale nada, matar a alguien es parte de un trabajo común y corriente y no genera ni siquiera un leve remordimiento. No se mata por emoción o convicción, el asesinato y la tortura son vistas como parte de la normalidad.

Cuando se habla de las estrategias de seguridad, ese desapego por la vida es el principal desafío, lo que se debe erradicar. Tenemos que asumir que hoy en el país puede haber algunos “Thomas Crooks” que matan sin que sepamos porqué, pero hay miles de Barts que matan simplemente por un puñado de pesos sin complejo alguno.

Hay también otra diferencia: la impunidad. En los casos de Trump, Kennedy, Lennon, King, Reagan, los asesinos son muertos o detenidos, enfrentan la justicia. En nuestro caso la enorme mayoría de esos sicarios para los que matar es un simple trabajo, quedan impunes, sin castigo alguno. Esa es nuestra tragedia.

En el mismo texto del New Yorker se recordaba el discurso de Robert Kennedy ante el asesinato de Martín Luther King. Decía el entonces precandidato demócrata que “seguramente podemos aprender, al menos, a mirar a quienes nos rodean como a semejantes y seguramente podemos comenzar a trabajar un poco más duro para curar las heridas entre nosotros y volver a ser hermanos y compatriotas en nuestros corazones”. Unas semanas después, Robert Kennedy fue asesinado.