Esculturas vivas
CARLOS ALBERTO PÉREZ AGUILAR
Martes 27 de Agosto de 2024 8:25 am
Las esculturas son parte importante de nuestra identidad
como comunidad; cada autor busca dejar huella, marcar una época u establecer
referencias y símbolos que, a un grado más complejo, sean capaces de transmitir
emociones, creencias o arraigos en entornos urbanísticos que con el paso de
tiempo pueden crear una identidad de la sociedad a la que pertenecemos. Aunque podamos discutir sobre el valor de cada pieza, a
partir de la propia perspectiva, subjetividad de la apreciación artística que
tengamos cada una y uno como individuos, una escultura puede orientar una
vocación de los entornos, trayendo consigo una resignificación de los espacios
que, acompañado de monumentos arquitectónicos y la formación cultural de la
sociedad, pueden propiciar espacios con esculturas vivas, que transmiten
historias en voz de los habitantes. El padrón escultórico de Colima es importante e imponente.
Contamos con cerca de 250 obras escultóricas que están inscritas en el registro
de la Secretaría de Cultura y que, gracias al trabajo de historiadores y
artistas, se ha buscado preservar, aunque lo cierto es que las obras están
esparcidas en los 10 municipios del estado, con muchas que, aunque importantes,
permanecen ocultas para el ciudadano común, quienes en muchos casos no conocen
de su importancia o, en el peor de los casos, ignoran su existencia. Si somos colimenses, seguramente ubicamos perfectamente las
magnas esculturas de Sebastián en Manzanillo, Colima y Tecomán, o recordamos
plenamente, nuestro monumento a Rey de Colimán o tenemos en la memoria la
Figura Obscena del maestro José Luis Cuevas y los Perritos Colimotes, pero
desconocemos a fondo historias relevantes de piezas que están montadas en
diferentes escenarios y que acompañan avenidas, calles o plazas públicas.
Con el basto catálogo que tenemos, es oportuno plantear la
necesidad de reubicar el posicionamiento de algunas obras escultóricas viendo
la oportunidad de que monolitos como La Paloma de Juan Soriano o la Figura
Obscena, por citar algunos, que se encuentran decorando el Complejo
Administrativo, puedan ser reubicados en espacios más concurridos para
revitalizar la calzada Galván o posicionar las obras en cada uno de los parques
del centro de la capital, creando un corredor escultórico que derive en
escenarios cercanos a la comunidad y atractivos de turismo cultural.