¿Qué sabemos sobre violencia obstétrica?
JUEVES POLÍTICO
Jueves 29 de Agosto de 2024 8:37 am
La violencia contra las mujeres es una problemática global
que afecta a todas las edades, etnias y contextos socioeconómicos. Se trata de
un fenómeno que abarca múltiples formas de agresión, tanto físicas como
psicológicas, y es una manifestación extrema de la desigualdad de género. Con el paso del tiempo, hemos escuchado hablar de los
diversos tipos de violencia contra la mujer, pero, ¿qué sabemos sobre la
violencia obstétrica? La violencia obstétrica es un problema significativo que
afecta a muchas mujeres en todo el mundo, manifestándose de diversas maneras.
Que va desde la falta de respeto y el trato deshumanizante por parte del
personal de salud hasta intervenciones médicas innecesarias o realizadas sin el
consentimiento informado de la mujer. Este tipo de violencia puede incluir la
negación de atención adecuada, el uso excesivo de intervenciones médicas como
cesáreas no justificadas, episiotomías sin consentimiento, la imposición de
procedimientos dolorosos sin anestesia y la indiferencia ante el dolor o las
necesidades de la mujer durante el parto. El impacto de la violencia obstétrica no es sólo físico,
sino también emocional y psicológico, generando miedo, ansiedad, depresión y
trastorno de estrés postraumático en las mujeres que la sufren. Además,
perpetúa una cultura de desigualdad de género y de control sobre el cuerpo de
las mujeres. Reconocer y abordar la violencia obstétrica es crucial para
garantizar que todas las mujeres puedan recibir una atención médica respetuosa,
segura y digna durante el embarazo, el parto y el posparto. Este es un aspecto
esencial de los Derechos Humanos y de la salud reproductiva que requiere
atención tanto a nivel de políticas públicas como en la formación y
sensibilización del personal de salud. En México, la violencia obstétrica está reconocida como una
forma de violencia de género en la Ley General de Acceso de las Mujeres a una
Vida Libre de Violencia, mientras que a nivel federal y en varios estados,
existen legislaciones que buscan prevenir y sancionar esta forma de violencia;
sin embargo, la implementación y cumplimiento de estas leyes son aún desiguales
y muchas mujeres siguen enfrentando obstáculos para denunciar y obtener
justicia. Combatir la violencia obstétrica en México requiere un
esfuerzo conjunto entre el gobierno, el sector salud y la sociedad civil, y de
esta manera asegurar que todas las mujeres puedan ejercer su derecho a un parto
digno y respetuoso. Violencia
obstétrica en datos En México, una de cada tres mujeres ha sido víctima de
violencia obstétrica durante su último parto en los últimos 5 años, según la
Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (Endireh).
Este fenómeno no sólo afecta a las mujeres, sino que golpea con mayor dureza a
las jóvenes y a aquellas con algún tipo de discapacidad. Según los datos, el 55
por ciento de las mujeres con discapacidad menores de 20 años ha sufrido este
tipo de violencia, lo que refleja la profunda discriminación y negligencia que
enfrentan. La encuesta también revela que el 33.4 por ciento de las
mujeres de 15 a 49 años que tuvieron un parto entre 2011 y 2016 experimentaron
algún tipo de maltrato por parte de quienes las atendieron. Aunque entre 2016 y
2021, el porcentaje disminuyó ligeramente al 30.9 por ciento, el hecho de que
una de cada tres mujeres siga siendo víctima de violencia obstétrica es
alarmante. Las entidades federativas con más incidentes de violencia
obstétrica entre 2016 y 2021 son San Luis Potosí, Tlaxcala y Ciudad de México.
Las mujeres menores de 30 años son las más vulnerables, con 36 por ciento de
las mujeres entre 15 y 19 años y 36.7 por ciento de las mujeres entre 20 y 29
años reportando haber sufrido alguna forma de violencia obstétrica. La práctica desmedida de cesáreas sin justificación clínica
es otra manifestación preocupante de la violencia obstétrica. Berenice Reyes
Beltrán, coautora del libro Violencia Obstétrica. Nuestro cuerpo, nuestro
embarazo, nuestra maternidad, destaca que la Organización Mundial de la Salud
(OMS) sugiere que sólo entre el 10 y el 15 por ciento de los partos deberían
resolverse por cesárea. Sin embargo, en México, el 45 por ciento de los
nacimientos se realizan por este método, y la Endireh señala un aumento de 4.6
puntos porcentuales en los partos resueltos por cesárea entre 2016 y 2021. El sector público, que concentra más del 70 por ciento de
los partos, es donde se registran más incidentes de violencia obstétrica, con
una tasa de incidencia del 39.8 por ciento en hospitales o clínicas del IMSS en
2021. En contraste, los hospitales o clínicas privadas reportan una incidencia
del 15.1 por ciento. Esta disparidad en las cifras revela un grave problema de
desigualdad en la atención médica. Además, el 55 por ciento de las mujeres con discapacidad
menores de 20 años reportó haber sufrido violencia obstétrica durante su último
parto, lo que subraya la necesidad urgente de abordar este problema en la
atención a grupos vulnerables. En Colima, las cifras indican una prevalencia del 32 por
ciento de maltrato contra la mujer en su último parto o cesárea. Aunque en la
entidad la violencia obstétrica no se tipifica como delito, se reconoce como un
tipo de violencia en la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de
Violencia. La erradicación de la violencia obstétrica comienza por
admitir que existe y reconocer su impacto devastador en la vida de las mujeres.
Es imperativo que se implementen políticas públicas efectivas y se brinde una
capacitación adecuada al personal de salud para garantizar que ninguna mujer en
México sea sometida a este tipo de abuso en uno de los momentos más vulnerables
de su vida. Dar
tregua El regreso a clases genera un cambio de dinámica no sólo
para las y los alumnos, sino también para madres y padres de familia. La
Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo que realiza el Inegi muestra que del
total de las mujeres mexicanas, 52 por ciento son mujeres casadas. Algunas se
dedican a ser amas de casa, y otras deciden, por diversos factores, adentrarse
al mundo laboral, donde deben afrontar un panorama más adverso que los hombres,
tomando en cuenta el persistente problema de la brecha salarial. En ambos
casos, la crianza de hijos e hijas, así como el peso de las obligaciones
domésticas que generalmente recaen sobre ellas, representa un enorme reto que
no da tregua ni descanso. El 25 de agosto, el alumnado de educación básica regresó a
clases, suceso que generó cierto alivio en las madres de familia, pues por más
de un mes, ellas tuvieron que idear actividades recreativas, esto representa
dedicar más tiempo en el cuidado de los infantes en el hogar. Ni qué decir
cuando se tienen las posibilidades para salir a vacacionar, pues deben elegir
entre descansar o supervisar a los miembros menores de la familia. Claramente,
la segunda vertiente es la más predominante, dejando de lado el reposo. Esto se
repite tanto en las vacaciones de verano como las de invierno. La Asociación de Recursos Humanos de la Industria en
Tijuana, por ejemplo, reporta que durante las vacaciones escolares es usual que
las mujeres que son madres de familia se vean forzadas a renunciar para atender
a sus hijos, pero este suceso fácilmente podría replicarse a nivel nacional.
Por supuesto que, tomando lo anterior en cuenta, el desahogo que representa el
inicio de actividades escolares para madres de familia tiene sentido. Sin
embargo, su labor no aminora de manera significativa. En periodo de clases, las madres de familia se encuentran
regularmente sujetas a horarios, redoblando esfuerzos desde muy temprano para
preparar almuerzos y disponer del tiempo necesario para trasladarse con sus
hijos e hijas a realizar las actividades extracurriculares obligatorias; así
pues, deben ser chefs, choferes y tutoras de materias varias. ¿Qué tan
llevadera es esta rutina si se cuenta con un trabajo de 8 horas y la
responsabilidad de mantener un hogar en orden? Pues esta es la rutina que
muchas madres, en especial las solteras, retomaron este lunes. Sin duda, la dinámica satura la cotidianidad de las mujeres
que absorben la mayoría de las responsabilidades familiares. A pesar de que la
realidad de cada persona es diferente, y por tanto, demanda prioridades
distintas, es necesario recordar que dedicarse tiempo libre reduce el estrés,
mejora el estado de ánimo y las relaciones interpersonales, lo que, a largo
plazo, impacta de manera positiva a la salud. Mujeres,
¿vicio prohibido? Para los talibanes, la voz de una mujer es un tema de alto
riesgo, pues resulta que los hombres no tienen control sobre sus acciones y
este atributo femenino los puede llevar a cometer actos impropios (mejor dicho
inhumanos). Pareciera chiste porque a eso suena, pero no. Los talibanes
decidieron aumentar las prohibiciones bajo las que viven las mujeres de
Afganistán bajo la Ley de la Propagación de la Virtud y el Control del Vicio. A las prohibiciones se le suma que las mujeres no pueden
cantar, hablar o rezar, y obviamente ya no mencionemos el hablar frente a un
micrófono, porque el riesgo de sucumbir se vuelve mortal para los débiles
hombres. Básicamente se redujo su existencia a sombras andantes,
bajo la excusa de que “la voz de la mujer es un atributo íntimo, que no debe
ser escuchado en público”. En un mundo donde se le cuestiona a la víctima cómo iba
vestida cuando fue atacada, se suma el temor de que el uso de su voz la
convierta en provocadora del ataque. La ley consta de 35 artículos donde también se les obliga a
cubrir todo su cuerpo en la calles, se prohíbe el uso de cosméticos o perfume,
esto “con el fin de evitar tentaciones”, simplemente borrando la imagen de la
mujer para evitar caer en tentación. También se impusieron normas sociales donde no se puede ver
a un hombre si es que no se tiene un lazo de sangre o conyugal, lo que lleva a
la pregunta: ¿por ser familiares no existen abusos sexuales? Pues al menos las
estadísticas en México, donde 74 por ciento de los abusos se comenten en casa,
dicen lo contrario. La quinta restricción versa que se puede negar el servicio
de transporte si es que viajan solas. No se les vaya ocurrir hablar y al chofer
engatusar para que caigan en el vicio de la mujer, ¿verdad? Estas prohibiciones se suman a las ya impuestas en agosto
de 2021, cuando los talibanes tomaron el control de Afganistán y eliminaron la
educación para niñas mayores de 12 años, al igual que los deportes y los
empleos para mujeres. La pregunta ante todo esto, que parece sacado de un chiste,
es: ¿serán reales estas medidas como forma de prevención de abusos?, ¿o sólo
estamos hablando de un caso más de revictimización donde los hombres, para
justificar sus actos de crueldad, delegan la responsabilidad a las mujeres por
cómo lucen, cómo hablan y dónde están?
¿Suena ridículo, no? Pero es una realidad que miles de
mujeres viven a diario en el mundo.