Cargando



MALAS COMPAÑÍAS



MARIO ALBERTO SOLÍS ESPINOSA

Reforma judicial, mandato de la sociedad


Viernes 30 de Agosto de 2024 8:30 am


La reforma al Poder Judicial es una de las 20 iniciativas que envió el presidente Andrés Manuel López Obrador al Congreso de la Unión desde el 5 de febrero de este año. Su discusión y aprobación es inminente en ambas cámaras del Legislativo, una vez que los nuevos diputados y senadores asuman funciones, este 1 de septiembre.

La enmienda en materia judicial propone la elección por voto popular de los jueces y magistrados federales, así como de los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), la creación de un órgano de administración judicial que sustituya al actual Consejo de la Judicatura y la apertura de un nuevo Tribunal de Disciplina que sancione los casos de corrupción.

La elección de más de mil 600 cargos se realizaría de manera escalonada a partir de 2025 y hasta 2027, con la participación del Instituto Nacional Electoral (INE). De igual forma, se contempla que ninguno de los impartidores de justicia que resulten electos, gane más que la titular del Poder Ejecutivo.

La discusión de la propuesta iniciará en la Cámara de Diputados el lunes 2 de septiembre, ya con la nueva conformación política que otorga a Morena y sus aliados la mayoría calificada, suficiente para aprobar las reformas constitucionales sin necesidad de buscar consensos con la oposición.

La reforma judicial, quizá como ninguna otra de las planteadas por el Gobierno lopezobradorista, busca la creación de una nueva estructura institucional y por lo tanto, el desmantelamiento del viejo régimen que, con mayor claridad en el ámbito de la impartición de la justicia, siempre benefició a las élites.

En 2018, López Obrador recibió el respaldo mayoritario en las urnas para emprender una profunda transformación nacional; la reforma judicial es una de las acciones de gobierno que mejor ponen en práctica dicho mandato, se cumple con la demolición de un edificio de privilegios, abusos y corrupción construidos en torno a ese Poder.

Los mexicanos determinaron, con su voto arrasador en 2018 y 2024, que las instituciones creadas durante el largo periodo del prianato debían renovarse, desmontarse o definitivamente extinguirse, es justo lo que se pretende con el paquete de enmiendas presentadas en febrero pasado.

Por supuesto, la reforma al Poder Judicial es perfectible, pero sin duda atiende la exigencia social y aspira a la conformación de un aparato de justicia que responda a los intereses colectivos, por encima de los grupos económicos que tradicionalmente controlaron a los órganos jurisdiccionales.

Tales premisas evidentemente agravian a esos poderes fácticos que durante décadas tuvieron acceso directo e interesado a las determinaciones de ministros, magistrados y jueces, quienes ahora solo deberán responder a los ciudadanos, si es que quieren resultar electos en las urnas.

Las protestas de trabajadores del Poder Judicial son legítimas, pero hasta el momento, no se ha escuchado desde la base laboral una propuesta alternativa y viable que limpie a esa institución de la corrupción rampante que impide el acceso de los mexicanos a la justicia.

Seguramente habrá riesgos con la elección de magistrados y jueces a través del voto popular, pero la apuesta es preferible al obsoleto esquema que ahora brinda anonimato y discrecionalidad a la figura del juzgador, quien esa oscuridad tiene manga ancha para tomar decisiones a su arbitrio.

Una vez que se renueve por completo el sistema judicial, exigencia de la sociedad más que de un movimiento político, podrán evaluarse y consensarse las estrategias para la mejor aplicación de la reforma.