INNOVEMOS ALGO ¡YA!
MARÍA EUGENIA GONZÁLEZ PEREYRA
Piedritas
Viernes 06 de Septiembre de 2024 8:49 am
¿Has notado que ciertos eventos los etiquetamos como grandes
tragedias? Nos escandalizamos y entristecemos, y eso tiene su justa razón.
Porque ante la tragedia siempre hay una pérdida, y toda pérdida conlleva un
proceso doloroso: el duelo, esa aceptación de lo que ya no será. Pero, ¿qué pasa con esos pequeños duelos cotidianos que
ignoramos? Esos eventos contrarios a lo esperado, a lo cómodo, a lo agradable,
que comienzan como ruiditos insignificantes y que son como pequeñas piedras en
el zapato. ¿Quién no ha experimentado cómo una diminuta piedra puede impedir
caminar cómodamente? Los pequeños duelos son esas piedras en el alma: parecen
minúsculos, pero van calando y transformándose en dolores desatendidos. Me refiero a ese amigo de la primaria que se mudó y no
volvimos a ver, o al compañero de trabajo que fue despedido repentinamente.
Incluso las cosas generan duelos: el coche que nos acompañó a aprender a
manejar y hoy se va, por ejemplo. Muchas de estas pérdidas traen la esperanza de algo mejor,
pero al enfocarnos solo en lo que viene, olvidamos agradecer lo que fue. Ahí es
donde se atoran estos “duelos piedrita”, como yo les llamo. Debemos reconocer
que todo por servir se acaba, y aprender a dejar ir lo que ya no es. Quizás has visto personas que acumulan objetos, diciendo
que los usarán después o que tienen valor afectivo. Van guardando hasta cruzar
una línea de difícil retorno, incapaces de deshacerse incluso de la envoltura
de un dulce. Detrás de esto hay pequeñas pérdidas no trabajadas, emociones no
resueltas. Con el tiempo, estas personas se vuelven incapaces de desprenderse
de cualquier objeto, por insignificante que sea, porque sienten que se les va
la vida si lo pierden. Los duelos deben ser mirados y atendidos, por pequeños o
cotidianos que sean. Toda pérdida merece su periodo de duelo. Reconocerlo nos
permite procesarlos sanamente, evitando que se acumulen y se conviertan en
montañas emocionales difíciles de escalar. Innovemos algo ¡ya! Prestemos atención a esos pequeños
duelos diarios. Démosles el espacio y reconocimiento que merecen. Agradezcamos
lo que fue, honremos los recuerdos, pero permitámonos avanzar. Al hacerlo,
liberamos espacio en nuestra alma para nuevas experiencias y crecimiento
personal. Recuerda: cada piedrita removida del zapato es un paso más ligero
hacia nuestro bienestar emocional.