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La receta del crecimiento económico



DAVID VILLARREAL ADALID


Viernes 20 de Septiembre de 2024 8:27 am


Tenía un profesor universitario que repetía constantemente que la economía es la ciencia donde la misma receta tiene resultados distintos. Ello no hacía sino incrementar mi apetito por entender la razón de esa premisa tan enigmática. El crecimiento económico es esa aspiración compartida por las naciones que, en efecto, no responde a una fórmula mágica o una receta universal.

En este sexenio que va cerrando, se aseguraba que se tendría un crecimiento promedio anual de la economía de alrededor de 4 por ciento, concluyendo en 2024 con 6 por ciento. Esto no pudo estar más lejos de la realidad, ya que la economía creció solo 4.6 por ciento en 6 años (con Enrique Peña Nieto creció 12.9 por ciento, y con Felipe Calderón Hinojosa, 10.5 por ciento), con lo que hablamos de un sexenio que creció muy marginalmente.

La presidenta Claudia Sheinbaum tiene, por lo tanto, una gran meta por delante: que su receta le permita crecer al menos la tasa demográfica para evitar que la riqueza per cápita caiga. Es decir, debe ponerse como objetivo al menos crecer 2 por ciento cada año, eso solo para seguir como estamos. Si la intención es que México avance en su proceso de desarrollo, se debe de apostar por un crecimiento de al menos 4 por ciento anual sin que esto signifique incrementar los niveles de deuda pública a números rojos.

Para lograrlo, se debe de revindicar el papel de la inversión privada; para ello hay que dimensionarla, y lo haré con uno de los proyectos prioritarios de este sexenio: el Tren Maya. En este proyecto se invirtieron, en 6 años, cerca de 500 mil millones de pesos. La inversión privada acumulada en todo el sexenio asciende a 30 billones de pesos aproximadamente. Es decir, es como si la inversión privada hubiera construido 60 trenes en este sexenio.

Esto no debe dejar de lado el papel de la inversión pública, que sirve como catalizador de proyectos privados, y de dinámicas de las sociedades a través de la construcción de carreteras, hospitales, escuelas, puentes, puertos, aeropuertos, etcétera. En ese sentido, no se debe dejar de lado a ninguna de las partes, ni el Gobierno ni los privados pueden solos. Se complementan.

Otra parte crucial de la receta es la diversificación de la economía. Para reducir la dependencia del petróleo y del comercio con EUA, México debe apostar por el desarrollo de industrias emergentes, como las energías limpias y la economía digital. Incentivar la producción en tecnología verde mejoraría la competitividad de la industria local, y crearía nuevos empleos de mucho mayor valor agregado.

No hay que olvidar en ningún caso el papel del capital humano. Sin una fuerza laboral bien capacitada y con acceso a una educación gratuita y de alta calidad, que atienda a las necesidades locales, no se puede aspirar a crecer económicamente. México tiene la obligación de invertir en educar y formar técnicos a gran escala. No hay mejor apoyo social que un salario digno y prestaciones laborales aseguradas. Y esto solo se obtiene empoderando a las y los trabajadores mexicanos, que, como dijo el presidente hace unos días, son de los mejores del mundo.