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INNOVEMOS ALGO ¡YA!



MARÍA EUGENIA GONZÁLEZ PEREYRA

El juego


Viernes 27 de Septiembre de 2024 8:30 am


La vida, en su intrincada complejidad, se asemeja a menudo al juego de serpientes y escaleras. Algunas decisiones nos elevan hacia el éxito, acercándonos a nuestras metas, mientras que otras nos hacen descender abruptamente a oscuros abismos de pérdida y dolor.

En este tablero de la existencia, las escaleras representan aquellos momentos en los que elegimos la gratitud y el reconocimiento. Cuando apreciamos el esfuerzo ajeno, cuando reconocemos la excelencia en el servicio de otros, ascendemos. Estas acciones no solo elevan nuestro espíritu, también fortalecen los lazos que nos unen como sociedad.

Sin embargo, las serpientes acechan en cada esquina. Aparecen cuando optamos por la crítica mordaz, el reclamo incesante y la exigencia desmedida. Con cada palabra hiriente, con cada dedo acusador que apuntamos, nos deslizamos por estas resbaladizas pendientes hacia lugares oscuros y tristes, de difícil retorno.

Es fácil caer en la trampa de enfocarnos en lo negativo. Nos atormentamos al no ver lo hermoso que nos rodea, fijando nuestra mirada en lo imperfecto, en lo que nos hiere o disgusta. En esta búsqueda incesante de fallos, a menudo culpamos a otros de nuestras propias desgracias, olvidando nuestra responsabilidad en el juego de la vida.

Algunos argumentan que el elogio y el reconocimiento son innecesarios. Pero, ¿no es acaso el aprecio mutuo el aceite que lubrica los engranajes de nuestras interacciones sociales? La falta de reconocimiento puede ser tan dañina como la crítica directa, erosionando lentamente la autoestima y la motivación de quienes nos rodean.

Existe una forma infalible de generar malestar en otros: exigirles que sean algo que no son. Esta expectativa irreal no solo daña las relaciones, sino que también nos priva de la riqueza que aporta la diversidad de personalidades y talentos.

Innovemos algo ¡ya! Transformemos nuestra existencia en un espacio amable, donde reconozcamos lo bueno en los demás sin temor a mostrarnos vulnerables. Cultivemos la gratitud como una práctica diaria, conscientes de que cada “gracias” sincero es un peldaño hacia una vida más plena y satisfactoria.

En este juego de la vida, elijamos sabiamente nuestros movimientos. Optemos por las escaleras de la amabilidad y el reconocimiento, evitando las serpientes de la crítica y el resentimiento. Así, no solo avanzaremos en nuestro propio tablero, sino que crearemos un mundo más compasivo y armonioso para todos.

Terapia presencial y online, con la autora de esta columna.

 

innovemosalgoya@gmail.com