Alba y Amber, recurrentes
JUEVES POLÍTICO
Jueves 10 de Octubre de 2024 8:42 am
LA capacidad de movilizar esfuerzos rápidamente para la
localización de personas reportadas desaparecidas aumenta las posibilidades de
realizar una recuperación de manera segura, y las herramientas que se tengan a
disposición para tal objetivo deben ser tan eficientes como sea posible. ¿Qué tan pertinente es contar con herramientas de esta
índole en el estado de Colima, cerca de la conmemoración del Día Internacional
de la Niña? La respuesta se encuentra en las cifras: en abril de este año, la
Comisión Nacional de Búsqueda informó que se habían registrado mil 300
desapariciones, de eso ya 5 meses han pasado, y la situación de inseguridad no
ha cambiado para bien. Del total del registro en el estado, 213 son menores de
18 años y 327 son mujeres. Aun así, Colima se encuentra entre los estados con
el menor número de desaparecidos. En México, un menor desaparece cada hora, según el Comité
de la ONU sobre los Derechos de los Niños. De los 17 mil 788 menores de edad
desaparecidos, alrededor de 55 por ciento son niñas que tienen entre 10 y17
años de edad. Los estados con mayor número de casos de niñas y mujeres
desaparecidas son Estado de México, Tamaulipas, Jalisco, Nuevo León y Ciudad de
México. Este sin duda es un problema que atañe a la sociedad
colimense, pues a pesar de no estar en este ranking, la desatención podría dar
pase libre a que la situación empeore. Es por ello que, ante el reporte de
desapariciones se actúa de manera inmediata, tomando en cuenta que las primeras
horas son cruciales para encontrar a una persona desaparecida. En este sentido,
tanto Protocolo Alba como Alerta Amber son utilizados por autoridades para la
búsqueda y localización. El Protocolo Alba se enfoca en búsqueda inmediata de niñas
y mujeres desaparecidas. Comenzó a operar en 2003, después del caso “Campo
Algodonero”, con el propósito de actuar con prontitud en las primeras horas
después de una desaparición. Consta de dos fases: en la primera, se reporta el
caso al Ministerio Público de la Unidad de Investigación para la Localización de
Mujeres Desaparecidas y se reúnen datos relevantes sobre la víctima. Tomando en
cuenta esos datos, si se considera víctima de alto riesgo, se procede a la
segunda fase, que implican grupos de respuesta y operativos especiales de
búsqueda. La Alerta Amber se dirige a casos de desaparición y
búsqueda de niños, niñas o adolescentes extraviados, y considera a la población
como motor de rastreo. La Fiscalía General de Justicia de cada estado emite
fichas informativas en medios de comunicación, y aunque no cuenta con fases, sí
trabaja bajo ciertos criterios: que la persona desaparecida sea menor de 18
años de edad y esté en riesgo inminente de sufrir daño grave, y requiere datos
concretos como descripción física, vestimenta, circunstancias de la
desaparición y cualquier dato relevante para su localización. Aunque cada una se encuentra enfocada a casos concretos, si
se cotejaran en un diagrama de Venn, en la sección superpuesta encontraríamos
que, en su cualidad compartida, radican las niñas y adolescentes. Es impostergable
que la sociedad mexicana y las autoridades protejan y garanticen los Derechos
Humanos de las niñas y adolescentes. Crimen
y costumbre En los pueblos y comunidades indígenas, el matrimonio
infantil ha sido una práctica frecuente debido a usos y costumbres
tradicionales que han prevalecido durante generaciones. Sin embargo, la ley ha
comenzado a intervenir para equilibrar el respeto por estas tradiciones con la
protección de los derechos fundamentales de los menores de edad. En febrero de 2024, el Senado de México aprobó por
unanimidad una reforma constitucional que prohíbe el matrimonio infantil en
todo el país, con especial énfasis en pueblos y comunidades indígenas, dicha
reforma responde a la necesidad de proteger a los menores, quienes en la
mayoría de ocasiones son víctimas de matrimonios forzados bajo el amparo de los
usos y costumbres de sus comunidades y detrás de estas prácticas se ocultan
formas de violencia aún más graves, como lo son la trata de personas y la
esclavitud infantil. La reforma tiene como objetivo principal garantizar que los
derechos de los menores prevalezcan sobre cualquier costumbre o tradición
local, sin excepción. Aunque la Constitución Mexicana y otros marcos legales
reconocen la autonomía y el derecho de los pueblos indígenas a mantener sus
propias formas de vida y tradiciones, también se establece que ningún uso o
costumbre puede estar por encima de los derechos fundamentales de las personas.
En este caso, la protección de los menores de edad frente al matrimonio forzado
es una prioridad. Esta medida representa un avance significativo en la lucha
por los derechos de la infancia, al asegurar que todos los menores de edad,
independientemente de su origen o lugar de residencia, estén protegidos por las
mismas leyes que garantizan su desarrollo pleno y libre de violencia. Por lo que, para implementar efectivamente dicha reforma,
es crucial que haya un diálogo respetuoso y continuo con las comunidades
indígenas, lo que implica trabajar de cerca con líderes comunitarios, educadores
y autoridades locales para garantizar que comprendan el objetivo de la ley, que
no es eliminar sus tradiciones, sino proteger los derechos de los niños. La
educación sobre los derechos de los menores y la igualdad de género también es
esencial para cambiar actitudes profundamente arraigadas y fomentar un entorno
donde todos, especialmente los niños, puedan desarrollarse en condiciones de
dignidad y libertad. La prohibición del matrimonio infantil tiene como objetivo
proteger los derechos de los menores sin imponer, de manera irrespetuosa, un
modelo externo. Se trata de un proceso que requiere sensibilidad cultural, pero
con un claro enfoque en garantizar el bienestar y el futuro de los menores. Trabajo
infantil, el retroceso TRABAJO infantil: es todo trabajo, de mercado o no, que
priva a niñas y a niños de sus derechos, su potencial y su dignidad, y que es
perjudicial para su desarrollo físico y psicológico. En México, cerca de 3.7
millones de menores de entre 5 y 17 años de edad trabajan, la mayoría en malas
condiciones, con jornadas largas y bajo esquemas que limitan sus derechos
básicos. El aumento del trabajo infantil en Colima, que pasó del
13.9 por ciento en 2019 al 17 por ciento en 2022, plantea una pregunta
fundamental: ¿cómo afecta este fenómeno a la calidad de vida de las niñas y la
preservación de sus derechos básicos, especialmente a la educación? Los datos
recientes no solo exponen la magnitud del problema, también reflejan la
profunda crisis estructural que enfrenta el estado en materia de derechos
infantiles. Los números de la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil
(ENTI) 2022 son claros: más de 28 mil 756 niñas y niños trabajan en el estado,
y muchas niñas están en situaciones que ponen en riesgo su integridad física y
emocional. El derecho a la educación de las niñas en Colima está
siendo gravemente vulnerado. Las cifras son contundentes: el 32.8 por ciento de
las niñas no asiste a la escuela. Esta realidad tiene consecuencias a largo
plazo que perpetúan el ciclo de pobreza y limitan las oportunidades de
desarrollo de las niñas. Sin acceso a una educación de calidad, las
posibilidades de romper este ciclo son casi inexistentes. La reciente decisión de la Procuraduría de Protección de
Niñas, Niños y Adolescentes de lanzar una campaña de sensibilización sobre el
trabajo infantil es un paso necesario, pero insuficiente si no se acompaña de
un compromiso político real para erradicar esta práctica. Las autoridades y la sociedad en general deben reconocer la
urgencia de actuar, no solo con campañas, sino con políticas integrales que
garanticen a las niñas en Colima su derecho a una vida digna, una educación de
calidad y la protección frente a cualquier forma de explotación. La pregunta es clara: ¿Hasta cuándo se va a priorizar la
protección de los derechos de las niñas en Colima? El aumento del trabajo
infantil es una señal de alarma que exige respuestas inmediatas, no solo para
garantizar el bienestar de las niñas, sino para asegurar que el futuro de
Colima sea uno donde sus derechos estén protegidos y respetados. Las
más expuestas A los tipos de violencia ya mencionados de los que son
víctimas las niñas en México, se suma la violencia sexual. Leyes endebles e
insuficiencia de presupuesto destinado a estrategias concretas y sanciones
contundentes ante la violencia en esta y todas sus modalidades, dan como
resultado una alta incidencia en casos de agresiones de diversa índole, y que,
lamentablemente, es una realidad en el país. Según el último informe de las estadísticas a propósito del
Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, el delito
de violación registró su máximo en el grupo de 10 a 14 años y ocurrió 4.7 veces
más en niñas que en niños de esta edad, aunado a ello, 33.6 por ciento de niñas
y adolescentes de 12 a 17 años que usaron internet o celular recibe fotos o
videos de contenido sexual y a 32.3 por ciento le hacen insinuaciones o
propuestas de ese tipo, frente a 18.2 y 12.0 por ciento de niños y adolescentes
hombres, respectivamente. Los datos que revelan diversos organismos encargados de
recopilar información lo único que hacen es confirmar que, a falta de un
tratamiento efectivo del tema, la situación va en decadencia. La Red por los
Derechos de la Infancia en México, en este ejercicio comparativo, señala, por
ejemplo, que de 2021 a 2022, pasaron de registrar 8 mil 148 a 9 mil 929 casos
de personas de 1 a 17 años de edad que fueron atendidas en hospitales de México
por violencia sexual, donde 92.9 por ciento de esos casos corresponden a
mujeres.
Sin duda, en los últimos años esta cuestión se ha tomado
con mayor importancia, desde analizar y modificar leyes inadecuadas que
permiten que los agresores evadan la justicia, hasta evitar recortes presupuestarios
para la protección de los derechos de las mujeres y las niñas. La instauración
de la Secretaría Ejecutiva del Sistema Nacional de Protección de Niñas, Niños y
Adolescentes abona a la causa, pero es difícil resarcir el daño hecho por años
de omisión y desinterés.