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MALAS COMPAÑÍAS



MARIO ALBERTO SOLÍS ESPINOSA

Romper la inercia de mediocridad


Viernes 01 de Noviembre de 2024 9:14 am


ES cierto que apenas han transcurrido 17 días de las nuevas administraciones municipales; sin embargo, podría considerarse tiempo suficiente para que cada una de las autoridades se distinga con proyectos bien claros para su respectiva demarcación, lo que no ha sucedido.

Las primeras semanas de gestión deberían resultar cruciales, si la intención de los noveles gobiernos es distinguirse de sus antecesores, reducidos en los últimos años a meros pagadores de abultadas nóminas o regentes de las agencias de colocaciones en que se han convertido los ayuntamientos.

Hasta ahora, parece que ninguno pretende romper con las inercias, pues no se conocen programas de largo alcance en materia de movilidad, infraestructura pública, prevención de los delitos, mejoramiento de los servicios públicos o racionalización del gasto.

No hay ideas nuevas para atender ciudades cada vez más caóticas, desorganizadas y deterioradas. Mucho menos proyectos que se ajusten a las necesidades de impulsar entornos sustentables, modernos, resilientes y accesibles.

Tales conceptos no son prioritarios para la mayoría de alcaldesas y alcaldes, quienes más bien entienden sus actuales cargos como trampolines políticos; es el cortoplacismo que tanto daño le ha hecho a la política colimense y que ha impregnado de mediocridad a la casta gobernante local.

Los ciudadanos esperan acciones que mejoren su entorno, que le hagan la vida más sencilla y cómoda, no que sus funcionarios atiborren las redes sociales con actos, acciones y dichos insustanciales; tampoco se les elije para que gasten su tiempo en festivales y otros eventos frívolos.

Desde sus primeros días, los presidentes municipales tendrían que marcar la diferencia, no solo desmarcándose de las administraciones recién concluidas, como algunos lo hacen por conveniencia política y no tanto por convicción, sino estableciendo líneas y objetivos claros en materia de seguridad, obra pública, bacheo, empedrados, alumbrado público y otras áreas prioritarias.

Algunas de las nuevas autoridades han invertido tiempo en acusar desfalcos e irregularidades de los servidores públicos que concluyeron su encargo a mitad de mes; tales denuncias deben realizarse, es cierto, pero deberían respaldarse con pruebas documentales, porque el simple dicho de los políticos en los tiempos que corren no vale mucho.

Sin las evidencias indubitables que soporten las acusaciones esgrimidas en varios municipios, podrían interpretarse como meros afanes de venganzas políticas, o peor todavía, pretextos anticipados de un fracaso futuro; en cualquiera de los dos casos, resultaría lamentable para la población.

Más que la estridencia mediática, en los casos de la fiscalización de los recursos son necesarias las pruebas y por supuesto las denuncias, solo de esa manera se podrá castigar a los servidores públicos corruptos y aspirar a la recuperación de los recursos. Otra cosa es mera politiquería.

Las alcaldesas y alcaldes que asumieron su mandato el 15 de octubre están llamados a recuperar la esencia del buen gobierno, aquel que es verdaderamente útil a la sociedad para resolver los problemas comunes. En sus manos está no convertirse en carga que ahonde la esencia de desprestigio que ha marcado a la política colimense.