Así o más sorpresas en violencia
ROSA EVELIA VILLARRUEL FIGUEROA
Martes 12 de Noviembre de 2024 8:27 am
Cuando pensamos que es lo último que verán nuestros ojos
sobre violencia, principalmente sobre feminicidios, llega un individuo y
asesina a una madre y a su hija, una bebé de tan solo un año de edad; el
presunto asesino es el padre de la menor. Colima está en llamas. No solo están matando a los “malos”;
¿qué maldad puede haber en una mujer y su hija? La descomposición social está
tomando niveles altos de crueldad. Desde que cualquier persona puede ser
portadora de un arma, o sentirse dueños de la vida de quien consideran
enemigos, todo es posible. Los datos sobre asesinatos son alarmantes, en una media de
4 a 5 por día, solamente en lo que va del mes, y de acuerdo a lo que reportan
medios locales de comunicación (porque las autoridades maquillan las cifras),
por lo menos van 37 muertes, y 6 son mujeres, que deben registrarse como
feminicidios, aunque a la Fiscalía le sigue costando trabajo otorgarles este
estatus e investigarlos como tal. Este acontecimiento nos debería unir más como sociedad y
exigir que las autoridades cumplan con su obligación de protección, porque,
aunque no se reconozca, los asesinatos están alcanzando mandos del Gobierno
local, lo que nos lleva a la reflexión: si la Fiscalía no cuida a sus
colaboradores, ¿qué podemos esperar nosotros, como pueblo indefenso? En el caso de la madre e hija que fueron asesinadas, como
es costumbre, a las autoridades “se les hizo bolas el engrudo”. La primera
información fuer para confundir o no atinaban a da una información coordinada;
para colmo, la Fiscalía anuncia que ya tienen ubicado al sospechoso. Si ya
saben dónde está, ¿por qué no lo detienen? Esa sí debería ser información
reservada, de lo contrario, alertan al presunto asesino y sus secuaces. Cuánta carencia de estrategias existe en las autoridades,
aunada a la falta de coordinación entre las dependencias. Mientras, las
familias de las víctimas, o siguen solas en busca de sus seres queridos
desaparecidos o lloran a sus muertos y muertas. Las autoridades locales se justifican bajo el hecho de que
Colima no es el único estado con esta problemática, y aunque sea cierto, no
podemos creer en estas comparaciones. Cada estado tiene sus especificidades que
lo hace también único, y el nuestro era el estado más pacífico y con todas las
cualidades para vivir bien y en paz.
Estamos a un “tris” de caer en la normalidad, y eso no lo
podemos permitir. Sólo lo podemos evitar con la denuncia y la protesta
constante, es decir, que seamos muchas más las personas que reprobamos la
parsimonia y negligencia de las autoridades. Habría que recordarles, entonces,
que están ahí por nuestro voto.