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CRUDO Y SIN SAL



MANUEL AGUSTÍN TRUJILLO GUTIÉRREZ

Pathos


Miércoles 13 de Noviembre de 2024 8:04 am


La antropóloga norteamericana, Margaret Meade, contaba en una de sus charlas que el primer signo de civilización humana fue un fémur fracturado sanado. En la naturaleza, cualquier animal débil, con algún hueso roto, enfermedad o malformación, es abandonado por los de su especie para enfrentar un destino fatal. En cambio, un hueso sanado es una señal inequívoca de que alguien se ha dado a la tarea de cuidar, proteger, dar agua, alimento y cuidados a otro. Es por eso que la soldadura de un hueso se convierte en un hecho trascendental, debido a que esa muestra de empatía pasó a ser el pegamento social que permitió a los humanos primitivos hacer comunidad.

Bajo esa lógica, se podría deducir que un símbolo inequívoco de la descomposición social es la falta de empatía. Y no me refiero a la falta de empatía de individuos concretos, sino de la falta de empatía generalizada, esa que ha ido permeando en la contracultura de las redes sociales, gran parte de la burocracia, las ideologías y el sistema político. Desde que el hedonismo se apoderó de una parte mayoritaria de la filosofía posmoderna, el abandono del colectivo y la colectividad, del otro y la otredad, en favor del individuo y su individualidad, el valor del “yo” se impuso para dar paso a la dictadura del bien individual.

Lejos de lo que se pudiera pensar y de vetustos postulados filosóficos con acepciones modernas, el “yoísmo”, más que traer el bienestar individual, trajo consigo males asociados como la depresión y la ansiedad, y antivalores como el egoísmo, la vanidad y la envidia. Esto ha sido un caldo de cultivo germinante de desigualdad, desunión, antipatía y hasta actitud sociopática que anulan el interés por el destino de los demás en aras de la satisfacción de intereses propios y personalísimos y, en los peores casos, incluso buscando el mal destino ajeno si uno no puede lograr el buen destino propio; en palabras llanas, si a mí no me va bien, que no les vaya bien a los demás.

Es doloroso darnos cuenta que la sociedad mexicana se encuentra inmersa en un proceso de descomposición social. La polarización política e ideológica manifiesta en las redes sociales, foros y tribunas, así como los ataques de grupos armados a civiles, el permeo de la narcocultura, el machismo imperante, la violencia feminicida, la violencia a las infancias, las redes de trata, la esclavitud del siglo XXI y más males, son consecuencias de la pérdida de la empatía que, en muchas ocasiones, tiene un origen en la temprana infancia.