Cargando



DESDE EL PÁRAMO



ARNOLDO DELGADILLO GRAJEDA*

Nos pueden matar


Viernes 07 de Febrero de 2025 8:34 am


EN los picos de violencia en Colima, hace algunos años, la protesta pública era la respuesta inmediata, algunos sectores de la sociedad organizándose para exigir condiciones de paz y tranquilidad, o para buscar justicia en casos que habían trastocado el modo de vida colimote, (en el que la confianza era tanta, que dejábamos la puerta de nuestra casa abierta al acostarnos a dormir).

Solo por nombrar algunas manifestaciones, recuerdo la que fue seguramente la primera, allá por 2011 cuando, después de días desaparecida, el cuerpo de Andrea, estudiante universitaria de 16 años, fue encontrado atorado en las compuertas de un canal en la popular colonia Torres Quintero. La violencia feminicida había llegado para quedarse.

O más recientemente cuando, en 2018, el asesinato de Ricardo Uribe cimbró a la comunidad cultural de Colima, y ​​frente a la mancha de su sangre en el asfalto del cruce de las avenidas San Fernando y Venustiano Carranza, se dijeron poemas y arengas.

Recuerdo a Verónica Zamora, a Sergio Tapiro, a Jaime Velasco, a Ada Aurora Sánchez, a Manuel Delgado, y más reconocidos artistas, escritores y periodistas haciendo un llamado por la paz, pues el vibrante sector de la cultura local había sido salpicado del terror, que ya por más de una década invadía a México.

O cuando, en 2013, el asesinato del sacerdote José Flores Preciado desató una de las marchas más grandes jamás vistas en la entidad: la Marcha por la Paz y la Justicia, organizada por la Iglesia Católica. Una columna interminable de personas vestidas de blanco cubrieron la calle Francisco I. Madero, lastimadas por la violencia instalada en nuestro pedazo de trópico.

Pero ya no he visto eso. Ahora el miedo parece habernos colocado vendas en la mirada y cinta canela en la voz: a ti, a mí, a cualquiera, nos pueden matar, y seguramente nadie hará nada. En los últimos meses, observó que la colectividad social guarda silencio ante los hechos terribles de la muerte; la indignación queda en redes sociales, ya veces ni para eso alcanza.

Para muestra, el atroz acto que arrancó la vida de Arturo Fabián Galván Birrueta, exfuncionario del Ayuntamiento de Manzanillo, y su esposa, la psicóloga María Magdalena Frías Medina. Su hijo, de 7 años de edad, viajaba con ellos al momento del ataque homicida y resultó ileso. Todo el drama y el dolor de la violencia de Colima en una sola escena.

Sí, leí publicaciones de indignación en redes sociales, alguno que otro condena comunicando el hecho, como el del Colegio de Psicólogos del Estado de Colima, pero no trascendió a la comodidad del escritorio y el coraje en pantallas y teclados. La sociedad ha abandonado a sus muertos, posiblemente por miedo, o por desinterés, o por apatía.

El famoso texto atribuido a Bertolt Brecht, pero que realmente pertenece al pastor luterano alemán, Martin Niemöller, ilustra perfecto lo que sucede ahora:

“Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista.

“Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata.

“Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista.

“Cuando vinieron a buscar a los judíos, no protesté, porque yo no era judío.

“Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar”.

Si seguimos así, en Colima, cuando el azar o la suerte nos jueguen una mala pasada, nadie protestará.

 

PUNTO Y APARTE

La presencia del secretario de Educación, Mario Delgado, reclamando su derecho de sangre colimota en la toma de protesta del rector de la Universidad de Colima, dejó claro que buscar la gubernatura de nuestra entidad es una de sus opciones para el futuro próximo. Piensa, creo yo, que más vale ser príncipe de un Colima, que alfil de una reina que lo ha excluido de su primer círculo. Comentarios al correo electrónico adjunto.

 

* Periodista y escritor

rolandonotas@gmail.com

Twitter: @rolandonotas