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Solamente una ojeada



AGUSTÍN BENÍTEZ OCHOA


Miércoles 19 de Febrero de 2025 8:19 am


ESTE texto no pretende de manera alguna entender, mucho menos explicar, la compleja situación mundial de la actualidad. Es difícil comprender el momento en que vivimos aun con la ayuda de los analistas geopolíticos. Tratar de hacerlo sería un elogio a la pretensión.

Hace apenas unos cuantos años, era posible saber que algún país reclamaba para sí algún territorio o activo en poder de otro gobierno. Lo hacía ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), es decir, ante la organización mundial capaz de arbitrar entre estados. Y los países involucrados aceptaron la decisión de la ONU sin aspavientos. La ONU era la autoridad internacional y sus decisiones eran respetadas. Ahora ya no se sabe una ciencia cierta si la ONU existe todavía.

La Conferencia de Seguridad de Múnich, celebrada la semana pasada, ubicó al mundo en otro contexto, sobre toda Europa. Ahí se presentó el vicepresidente de EUA y pronunció un discurso que dejó atónitos a los escuchas europeos. Su aliado, su amigo, su socio, EUA fueron a hacerles ver, en primer lugar, que ya no son ni tan amigos ni tan aliados, menos aún socios. Fueron a dejarles saber que ellos, EUA, van a tomar decisiones que implican el sometimiento de gobiernos de otros países en soluciones a problemas que tienen lugar precisamente en los países ignorados.

La solución a la guerra en Ucrania será resuelta entre Rusia y EUA, sin la participación de Ucrania y mucho menos de los países europeos que, ingenuamente por lo menos, estuvieron prestos a ayudar a Ucrania en sociedad con EUA. Sancionaron a Rusia y perdieron, por ejemplo, el gas que ese país les vendía en condiciones adecuadas a sus economías; han pasado y van a pasar inviernos crudos y caros, muy caros. Ahora tendrán que comprar ese gas a EUA, al precio que estos dispongan, claro.

En el mundo actual no se necesita a la ONU. Basta que un gobernante energúmeno extorsione con aranceles a otros gobiernos y reclame territorios, canales, minerales, condiciones comerciales ventajosas o bueno, de una vez, países completos para hacer más grande (y obviamente más rico) su territorio. Ya no hay límites. Van a cambiar la nomenclatura de la geografía mundial, quieren comprar naciones completas; repartir los terrenos en guerra y, si es necesario, expulsar a sus habitantes y en sus terrenos crear paradisíacos centros de turismo de lujo.

Si los socios europeos son hechos a un lado; si el país en guerra es repartido entre los jugadores que más dinero (y armas) tienen; si van a imponer aranceles a diestra y siniestra, aun a riesgo de dañar su propia economía; si van a asfixiar gobiernos y ciudadanos que se opongan o se hayan opuesto a sus deseos, qué les espera a países pobres o débiles. Si las sociedades mundiales de salud son abandonadas; si se pregona la inexistencia del cambio climático; si se insinúa apoyo a la ultraderecha internacional, dónde quedará la estabilidad mundial.

En Las venas abiertas de América Latina, un libro de 1971, de Eduardo Galeano, escritor uruguayo añorado por su valentía y honestidad intelectual, se encuentra la cita de una proclama insurreccional que dice: “hemos guardado un silencio muy parecido a la estupidez…”, lo cual parece venir un cuento en el mundo en este momento.

 

abtezok@gmail.com