INNOVEMOS ALGO ¡YA!

MARÍA EUGENIA GONZÁLEZ PEREYRA
Vacíos
Martes 04 de Marzo de 2025 8:07 am
Las relaciones de pareja son como espejos mágicos que reflejan nuestras heridas más antiguas. ¿Has notado cómo, a veces, una simple palabra no dicha, una mirada ausente o un gesto olvidado pueden desencadenar en nosotros tormentas emocionales desproporcionadas? No es casualidad. En esos momentos, no es solo el adulto quien se siente lastimado; es el niño interior que llora por lo que nunca recibió. Cada "mírame", "escúchame", "reconóceme" que le exigimos con desesperación a nuestra pareja, es un eco persistente de aquello que quedó pendiente en nuestra infancia. Como semillas no regadas en la tierra de nuestra niñez, estas necesidades básicas de atención, cariño, validación y protección, esperan pacientemente la oportunidad de florecer en nuestras relaciones adultas. ¿Cuántas veces hemos culpado a nuestra pareja por no leer nuestra mente, por no adivinar nuestras necesidades, por no estar ahí exactamente como esperábamos? Como si llevaran la responsabilidad de compensar décadas de vacíos emocionales que no les pertenecen. Les entregamos un mapa incompleto y luego nos enfadamos cuando se pierden en el laberinto de nuestras expectativas no expresadas. Estas exigencias emocionales no se limitan al ámbito de la pareja. Las llevamos también a nuestros espacios profesionales, donde inconscientemente buscamos en jefes, colegas o subordinados esas figuras paternas o maternas que satisfagan nuestras carencias. Afectamos equipos enteros con nuestras demandas silenciosas, mermamos nuestra capacidad profesional y, sin darnos cuenta, contaminamos sistemas completos con nuestras heridas no sanadas. Pero existe una revelación liberada en todo esto: reconocer el origen de nuestras exigencias es el primer paso hacia la transformación. No son caprichos ni debilidades; son señales luminosas que nos guían hacia las partes de nosotros que aún necesitamos atención y cuidado. Son mapas del tesoro que nos conducen hacia nuestra propia capacidad de sanación. En la terapia descubrimos que esos "protegeme", "ayúdame", "tenme en cuenta" que exigimos a otros, son llamados de nuestro niño interior que ansía ser escuchado. Aprendemos que la verdadera revolución comienza cuando dejamos de buscar en otros lo que solo nosotros podemos darnos: ese amor incondicional que sana las heridas más profundas. Cada relación se convierte entonces en un laboratorio sagrado donde podemos explorar, con conciencia y compasión, esas partes nuestras que quedaron congeladas en el tiempo. Donde podemos, finalmente, distinguir entre las necesidades legítimas del presente y los ecos dolorosos del pasado. Es un acto de profunda madurez y amor reconocer que nuestra pareja no está aquí para salvarnos o completarnos, sino para acompañarnos mientras nos salvamos y nos completamos a nosotros mismos. No es su responsabilidad llenar los vacíos que heredamos; es nuestra oportunidad de transformar esos vacíos en espacios de crecimiento y sabiduría. ¡Innovamos algo Ya! Atrevámonos a mirar nuestras exigencias como invitaciones al autoconocimiento, a convertir cada momento de frustración en un portal hacia nuestra sanación. Porque cuando liberamos a nuestra pareja de la imposible tarea de sanar nuestro pasado, les permitimos estar verdaderamente presentes en nuestro presente y nuestro futuro.
Terapia presencial y online, con la autora de esta columna en: innovemosalgoya@gmail.com