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Mas allá de la edad



ROSA EVELIA VILLARRUEL FIGUEROA


Martes 11 de Marzo de 2025 8:25 am


UN sector de la sociedad que está invisibilizado y que vale mucho la pena poner en la vitrina de las violencias, es el abandono en el que se encuentran los y las adultas mayores. Familia y sociedad, conforme van avanzando hacia una edad en la cual la productividad va disminuyendo por enfermedad o deterioro natural evolutivo, se van desdibujando por el entorno cercano, enfrentándose de golpe a una soledad no voluntaria, más bien obligada.

Cuando hablamos y denunciamos las violencias hacia mujeres y niñas, es justamente porque se expresan de manera más visible hacia esos sectores; sin embargo, la forma silenciosa en la que ellas, las ancianas, las padecen, también están permeadas por esa consigna patriarcal de que “calladitas se ven más bonitas”. Por eso, es común escuchar y ver a personas adultas mayores, cuando son agredidas, solo bajar la cabeza y retirarse del entorno agresor.

Todas las formas o herramientas de defensa hacia una agresión, cualesquiera que esta sea, son retomadas por mujeres más jóvenes, porque están relacionadas con las capacidades físicas a las reacciones inmediatas que la situación lo demanda, no así con las adultas mayores, cuyos reflejos se ven disminuidos por la edad, circunstancia bien aprovechada por quienes las violentan dentro o fuera del hogar.

Pese a ello, por ejemplo, en la marcha del 8 de marzo del año anterior, que fue duramente reprimida por el estado lanzando gases lacrimosos, un buen número de mujeres adultas mayores estaba participando en dicha concentración, muy probablemente a invitación de hijas activistas. A lo que observé, se repitió este año de parte de este sector, disminuyendo, eso sí, la presencia de niñas o niños.

Hurgando un poco en las estadísticas, la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares para los últimos 12 meses nos aporta datos en los que vale mucho la pena reflexionar, y urgentemente hacer algo al respecto: las personas agresoras hacia las o los adultos mayores, vienen mayoritariamente del interior de las familias, siendo de hijos o hijas 51.2 por ciento; otros familiares, 31.7; de hermanos, 6.9; no familiares, 3.1; del padre, 2.8, y de la madre, 1.7 por ciento. Alarmante, ¿no?

Según datos de 2021, las mujeres adultas mayores violentadas son en este orden: violencia psicológica, 13 por ciento; física, 1.5; sexual, 0.5, y económica, 4.7 por ciento. Para nuestro estado, reportan que la violencia psicológica es de 14 por ciento; física, 1.8 y económica-patrimonial, 4.5.

Otros espacios en los que también se expresan las violencias, son los asilos o casa de reposo. Existe un problema muy grave, sobre todo en los que dependen del estado; como muchos otros que se relacionan con asistencia social a sectores vulnerados, estos lugares están en semiabandono, les inyectan muy pocos recursos, apenas para lo elemental, y quienes atienden no siempre tienen las capacidades o voluntades necesarias para tener un trato amable o amoroso con las personas que se encuentran ahí.

Pero lo más grave es el abandono de los familiares. Hay historias por demás dolorosas, donde las y los ancianos reportan que nadie o casi nadie de su familia los visita, y cuando lo hacen, siempre es de prisa solo por cumplir; de ahí que existan ancianas o ancianos que mueren solos, cuya única compañía ha sido el personal que los cuida.

En contraparte, y atendiendo más a un sistema donde la monetización es la que reina en las economías del mundo, han proliferado las casa de acogida privadas, en las que solo si tienes suficiente dinero para pagar la estancia ahí, qué bien, porque además se cotizan bastante alto, y aunque procuran que los servicios vayan acorde a lo que cobran, no siempre lo elemental está presente: la calidez que toda persona adulta mayor necesita para sentir que todavía su presencia en este mundo es importante.

Mas allá de la edad, sociedad, familias y Estado necesitan ser empáticos y amorosos hacia este sector. Hoy por ellas y ellos; mañana, también nos tocará, porque de la tiranía del tiempo nadie escapa.