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EL CENTINELA DEL AUTISMO



VÍCTOR MANUEL VILLALOBOS CHÁVEZ

La otra cara del autismo


Viernes 11 de Abril de 2025 9:57 am


TODAVÍA es abril, el mes del autismo en Colima. Aunque el 2 de abril fue designado como el Día Estatal del Autismo, para quienes vivimos de cerca esta condición, el calendario no tiene descanso: el autismo se vive, se respira, se acompaña los 365 días del año.


Hoy quiero hablar de un tema que pocas veces se aborda con la sensibilidad y la contundencia necesarias: el papel de los hermanos. Cuando pensamos en autismo, casi siempre lo hacemos desde la perspectiva de la persona dentro del espectro, de los padres que luchan cada día o de los profesionales que brindan apoyo. Pero, ¿quién habla de los hermanos?


Yo lo hago con conocimiento de causa. Yo soy hermano. Yo he vivido literalmente toda mi vida escuchando la palabra autismo desde antes de que aprendiera a pronunciarla. Mis hermanos mayores, diagnosticados en una época en que la palabra apenas empezaba a hacer ruido en los pasillos escolares y en los consultorios médicos, marcaron profundamente mi historia.


He sido testigo desde los inicios de la Fundación de Autismo TATO (cuando apenas era un grupo de padres con esperanza y determinación), hasta la institución consolidada que hoy busca dignificar la vida de las personas con autismo en Colima. Y en todos estos años, si hay algo que se ha repetido como constante, ha sido la enorme diferencia entre los hermanos que se involucran y aquellos que deciden no hacerlo.


He visto hermanos tomar la estafeta con responsabilidad, amor y coraje. Hermanos que no esperaron a que alguien les dijera qué hacer, porque el lazo era más fuerte que cualquier obligación. Pero también he visto casos desgarradores, donde los hermanos se alejaron, fingieron que nada pasaba, o incluso se volvieron un obstáculo más para quienes trataban de sacar adelante a la persona con autismo. En algunas familias, el enemigo ni siquiera estaba fuera: vivía dentro de la misma casa.


Es incómodo decirlo, pero es necesario. No para juzgar, sino para provocar reflexión. Porque si no hablamos de esto, lo seguimos normalizando.


Ser hermano de una persona con autismo no es un rol decorativo, ni tampoco una condena. Es una posición crucial, una oportunidad para ser parte del cambio, para construir redes de apoyo reales que trasciendan a la ausencia de los padres. Pero eso sólo se logra cuando hay conciencia, formación y voluntad.


No podemos hablar de inclusión sin mirar hacia dentro de nuestras propias familias. No podemos pedir una sociedad empática si en casa aprendemos a ignorar. El autismo nos enseña a ver con otros ojos, y tal vez la lección más importante es que el amor fraterno puede ser la base de un futuro digno para quienes más lo necesitan.


Así que mientras el mes del autismo aún no termina, pongamos sobre la mesa este tema. Miremos a los hermanos. Preguntémonos dónde están. Y construyamos juntos un entorno en el que todos, absolutamente todos, asumamos nuestra parte.


El verdadero reto no está en entender el autismo. Está en no abandonarlo.


 


*Director ejecutivo de Fundación Mexicana de Autismo TATO