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INNOVEMOS ALGO ¡YA!



MARÍA EUGENIA GONZÁLEZ PEREYRA

FRANCISCO


Miércoles 23 de Abril de 2025 8:31 am


Más allá de una investidura de importancia, la humildad lo hizo grande. En un mundo donde el poder suele exaltarse por encima del servicio, Francisco nos mostró otro camino, uno donde la grandeza se mide por la capacidad de arrodillarse ante el otro.

 

El lunes de Pascua, como si de la mano del Cristo Resucitado entrara al reino eterno, el mundo perdió a un faro de compasión. La noticia del fallecimiento del Papa Francisco resuena como un eco profundo en los corazones de millones, no solo católicos, sino de todos aquellos que reconocieron en él una voz auténtica que transcendía las fronteras de la religión para hablar al alma humana universal.

 

¿Qué es lo que hace que una persona sea verdaderamente inolvidable? No son los títulos ni las posesiones, sino las huellas que deja en los corazones que toca. Francisco caminó entre los marginados, besó los pies de los prisioneros, abrazó a los desfigurados, alzó su voz por la Casa Común que habitamos y, sobre todo, nos recordó que el verdadero sentido de la vida no es tomar, sino entregar.

 

Como río que se entrega al mar, su vida fue un constante fluir de generosidad. Hizo de la sencillez no solo un estilo personal, sino una revolucionaria forma de entender el liderazgo. En un mundo obsesionado con la acumulación, nos recordó la libertad que nace del desprendimiento; en una sociedad dividida por muros, nos mostró el poder de los puentes.

 

Sus palabras, tan profundas como accesibles, quedarán como faros en nuestra memoria colectiva. En su última homilía, como presintiendo su partida, nos dejó un mensaje que resume la esencia de su ministerio: la felicidad no es ausencia de tormenta, sino capacidad de bailar bajo la lluvia. No es perfección, sino aceptación de nuestra humanidad completa, con sus luces y sombras.

 

"Puedes tener defectos, estar ansioso y vivir enojado a veces," nos recordó, "pero no olvides que tu vida es la empresa más grande del mundo." En estas palabras se condensa su mensaje más poderoso: que cada uno de nosotros porta un valor incalculable, una dignidad que nada ni nadie puede arrebatarnos.

 

Hoy, mientras la Iglesia Católica y el mundo entero lloran su partida, ofrecemos nuestro más sentido pésame a todos aquellos que encontraron en él un guía en su camino hacia Cristo. Su legado perdurará en cada gesto de compasión que inspiró, en cada puente que ayudó a construir, en cada corazón que aprendió a ver la belleza en lo sencillo gracias a su ejemplo.

 

¡Innovemos algo ¡Ya! No miremos grupos y tendencias, abracemos la humildad en la grandeza del amar universal y la compasión eterna que algún día nos espera. Honremos su memoria no con palabras vacías, sino con acciones que encarnen sus enseñanzas. Porque al final, como él mismo nos recordó, la vida "es un espectáculo increíble" que se aprecia mejor desde la sencillez del corazón.

 

Terapia presencial y online, con la autora de esta columna en: innovemosalgoya@gmail.com