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¿Más o menos hijos?



LA OTRA MIRADA


Jueves 24 de Abril de 2025 8:47 am


EN la actualidad podemos ver como la tasa de fecundidad ha ido variando tanto en Colima, como en otras partes de México; lo cual se debe a distintos factores que van más allá de los programas de planificación familiar o del acceso a la educación y atención a la salud de las mujeres. Pues, aunque estos factores han jugado un papel importante, es innegable que las condiciones socioeconómicas, la incertidumbre laboral y las crisis globales también están influyendo de manera significativa en las decisiones sobre tener hijos.

Y la variación se encuentra en el contraste, porque mientras Guerrero, Oaxaca, Nayarit y Durango registraron 60 nacimientos promedio por cada mil mujeres en edad fértil, Yucatán, Hidalgo, Ciudad de México y Quintana Roo tuvieron apenas 34.1 nacimientos promedio por cada mil mujeres.

A nivel estatal, datos del Inegi demostraron que durante los últimos 5 años la tasa de fecundidad en Colima disminuyó de 2.04 a 1.63 hijos por cada mujer.

No es sorpresa que los altos costos de la vida actual, así como los elevados precios de la vivienda o el aumento de los gastos básicos, hagan que las parejas más jóvenes reconsideren la posibilidad de formar una familia.

De acuerdo con el banco BBVA, el Tec de Monterrey realizó un estudio para determinar cuánto cuesta tener un hijo en México en la actualidad, tomando en cuenta que, desde que nacen, no solo se trata de alimentarlos, vestirlos y cuidarlos, sino que pueden suceder imprevistos, y muchos, a lo largo del camino y sin previo aviso.

En el estudio se muestra un aproximado sobre el gasto de tener y mantener a un hijo desde que nace hasta los 18 años (y en la mayoría de los casos los 18 no son la edad en la que los gastos paran) es de entre 36 y 90 mil pesos en ropa; hasta 3 millones 200 mil en alimentos (que puede subir si necesitan alimentos o una dieta especial); alrededor de 3 millones 500 mil en educación. Esto no toma en cuenta los gastos de salud, lo que pagas por la estancia en el hospital en el momento del nacimiento o gastos extra.

Además, la inestabilidad económica y laboral crea un ambiente de incertidumbre, lo que genera dudas sobre la capacidad de ofrecer una vida estable a un hijo. La perspectiva de afrontar crisis recurrentes, como la inflación o los desastres naturales, también refuerza este sentimiento de inseguridad, esto se refleja en la baja tasa de fecundidad, ya que muchas personas prefieren enfocarse en sus propias necesidades y en adaptarse a un entorno cada vez más difícil antes de pensar en ampliar la familia.

De igual forma existe menor presión social, pues los cambios en las normas sociales han dado lugar a una mayor libertad individual y menos presión para cumplir con expectativas tradicionales, como formar una familia o tener hijos, hoy en día, las personas tienen más espacio para elegir diferentes trayectorias de vida, como priorizar el desarrollo profesional, viajar, o simplemente vivir sin los compromisos de la crianza y dicha autonomía para definir qué constituye una vida plena está influyendo en la decisión de muchas personas.

Asimismo, decidir tener hijos es una elección válida y personal, pero requiere una reflexión profunda sobre todos los aspectos involucrados. No solo se trata de los gastos económicos, que son significativos, sino también del compromiso emocional y afectivo que conlleva la crianza. La responsabilidad de garantizar un entorno seguro y de apoyo, de formar vínculos emocionales sanos, y de estar presentes en cada etapa del desarrollo de un hijo es un factor clave que muchas veces se subestima.

 

Que paguen la pensión antes de ir al estadio

 

DURANTE décadas, las mujeres (y particularmente las madres solteras) han sostenido con su trabajo, esfuerzo y muchas veces con angustia, los gastos que deberían compartirse con quien también engendró a sus hijas e hijos. La pensión alimenticia no es un favor ni una concesión: es una obligación legal y moral. Por eso, aunque México ha avanzado en construir marcos jurídicos más sólidos, es necesario celebrar, con espíritu crítico, que Colima y otras entidades del país estén dando pasos firmes (aunque aún insuficientes) contra los deudores alimentarios.

La puesta en marcha del Certificado de No Deudor Alimentario en Colima, como requisito para contraer matrimonio, obtener pasaporte o conseguir un empleo público, es una medida audaz que comienza a poner las cosas en su sitio. No es posible que un hombre tenga derecho a nuevas oportunidades si ha incumplido con la más básica: cuidar económicamente de sus hijos. Que haya actualmente 477 condenas por impago y apenas dos registros activos en el padrón estatal evidencia una de las fallas estructurales más graves: la falta de exigibilidad real. ¿De qué sirven las leyes si los mecanismos judiciales son tan débiles que no se cumplen?

La diputada local de Nuevo León, Greta Barra, con el respaldo de asociaciones civiles, ha ido más allá: impulsar una reforma que prohíba a deudores alimentarios asistir a eventos masivos como partidos de futbol, conciertos y festivales. Que a algunos les parezca una exageración es parte del problema: vivimos en una cultura que normaliza la irresponsabilidad paterna y que minimiza la violencia económica como si fuera un problema administrativo. Mientras muchos niños y niñas no tienen con qué celebrar un cumpleaños, sus padres se dan el lujo de pagar boletos VIP para ver a su banda favorita. ¿Dónde está el sentido de justicia?

La medida no busca linchamientos ni escarnio público, sino enviar un mensaje claro: los derechos de los menores están por encima del entretenimiento de los adultos irresponsables.

A nivel federal, iniciativas como el Registro Nacional de Obligaciones Alimentarias (RNOA), la Ley 3 de 3 que impide a deudores ocupar cargos públicos, y la propuesta de pensión retroactiva desde el nacimiento, marcan un giro hacia una justicia centrada en los derechos de la niñez. Pero el reto sigue siendo la aplicación efectiva. De nada sirve una ley si el Estado no la hace cumplir o si los trámites para registrar a un deudor se vuelven laberintos judiciales.

Colima ha dado pasos valientes, pero no estaría de más replicar en el estado la propuesta de prohibición de acceso a eventos masivos, lo que podría marcar un antes y un después en la manera en que concebimos el castigo social a quienes incumplen con su deber parental.

Sin embargo, mientras los registros sigan subrepresentando la realidad del abandono económico, mientras 67.5 por ciento de las madres solteras sigan enfrentando impago, y mientras haya jueces que miren hacia otro lado, la deuda no será sólo alimentaria: será del Estado con su niñez.

 

Hacia un verdadero tejido de cambio

 

DESDE el tan llamado “Tiempo de Mujeres” que resuena en los Ejecutivos federal y estatal, surgió ayer la presentación del programa Tejedoras de la Patria. La idea de una red nacional de apoyo entre mujeres, articulada y fortalecida por la iniciativa gubernamental, llama a la sororidad y a un tejido social femenino capaz de resistir frente a una sociedad que históricamente lo ha relegado y violentado.

Sin embargo, la memoria histórica y el contexto actual no permiten a las mujeres celebrar y respaldar totalmente cualquier iniciativa que se presente bajo el manto del empoderamiento femenino, sin analizar primero que la misma en verdad toque las raíces de la desigualdad de género, o si solamente se trata de un paliativo o un acto simbólico.

Porque “encontrarnos, cuidarnos, acompañarnos, protegernos, estar juntas, organizarnos” suena excelente, y es de hecho algo que se intenta a través de movimientos y asociaciones enfocadas a las mujeres, instauradas desde las administraciones gubernamentales, pero también de organizaciones civiles que tienen como objetivo respaldar a las mujeres en el entorno hostil que cotidianamente enfrentan.

En este sentir, reconocer la labor comunitaria que muchas mujeres ya realizan es un acto de justicia histórica y un medio de visibilización; pero es casi imposible preguntarse si es esto un compromiso genuino con las mexicanas o una estrategia más que las deja en segundo plano. ¿Es un verdadero tejido de cambio o solamente un espejismo?

Claramente, el problema de la desigualdad y la violencia contra las mujeres en México no se soluciona con encuentros y reconocimientos simbólicos. Solo basta echarle un vistazo a la información emitida sobre violencia contra las mujeres para identificar las entidades que concentran el mayor número de víctimas de feminicidios y los diferentes tipos de violencia frecuentes.

Realizar programas para apoyar a las mexicanas es un excelente primer paso, pero de quedarse ahí y no trascender al verdadero origen del problema, sería quedarse en la superficie, en la punta de un iceberg cuya base está cimentada en siglos de patriarcado y desigualdad. Mientras no se establezcan y se respeten sanciones claras contra feminicidas y agresores, en lugar de cerrar filas para protegerlos de los procesos judiciales, cualquier programa se quedará en el intento, a la sombra de un problema difícil de erradicar.