INNOVEMOS ALGO ¡YA!

MARÍA EUGENIA GONZÁLEZ PEREYRA
Mamá, una persona común
Miércoles 07 de Mayo de 2025 9:08 am
¿Has notado cómo a veces, nos convertimos en jueces
implacables de quienes nos dieron la vida? Como agua que busca su escape,
nuestros dolores de infancia suelen transformarse en reclamos interminables por
lo que no fue, por lo que creemos merecer, por ese ideal de padres perfectos
que nunca tuvimos. En ocasiones se escucha que me dolió mucho cuando era
pequeño, que crecer no fue fácil. Y a veces nos enfrascamos en una creencia en
donde solamente fuimos víctimas de las circunstancias por haber sido pequeños
infantes. Sin embargo, lo que pasamos por obvio y no le ponemos atención es
desde dónde llegan esos reclamos. ¿No es curioso? Construimos ideales imposibles y luego
castigamos a nuestros padres por no alcanzarlos. A veces decimos que nos dolió
esto o aquello solo cuando nos damos cuenta que existen otras maneras de
crianza que quizás no fue la nuestra, y nos da por construir un ideal de madre,
un ideal de padre para reclamarle a nuestros padres que no han sido como
nosotros idealmente quisiéramos que fueran. Es justo desde esa arrogancia donde abandonamos nuestro
lugar de hijos para convertirnos en jueces. ¿Y qué obtenemos? Una orfandad
autoimpuesta, un desarraigo que, irónicamente, es la verdadera causa de muchos
de nuestros malestares. Como quien corta las raíces y luego se lamenta porque
el árbol no florece y culpa a la madre naturaleza por ello. Si hoy estás aquí conmigo y leyendo es porque, seguramente
has superado la etapa de la infancia. Eres un adulto y has sobrevivido a la
etapa infantil en donde no decidíamos casi nada. Pero hoy, hoy tienes la
oportunidad de darte cuenta que como haya sido, tus padres son personas
comunes, normales, que también fueron hijos, que también enfrentaron
adversidades, que también tienen temores. Bert Hellinger lo comprendió con esa claridad que sólo
otorga la humildad: "Una de las grandes dificultades que enfrentamos es
que, nuestras expectativas respecto a nuestra madre, van mucho más allá de lo
que una mujer común puede dar. A menudo, ella, nuestra madre, tiene que ser
mejor que Dios." En mi propia experiencia acompañando procesos terapéuticos,
he visto cómo las mayores transformaciones ocurren precisamente cuando dejamos
de exigir divinidad a quienes simplemente son humanos. Crecemos cuando en vez
de perfección, comenzamos a ver el esfuerzo; en vez de fallas, vemos intentos;
en vez de carencias, reconocemos lo que sí estuvo presente. La carta que Hellinger escribió a su madre fallecida me
conmueve cada vez que la leo: "Por haber sido tan comunes, también
cometieron errores y hubo cosas que me dolieron. Pero sólo porque han cometido
faltas, yo pude crecer." ¿No es esta una de las verdades más liberadoras?
El que precisamente en lo imperfecto de nuestra crianza es donde encontramos el
espacio para desarrollar nuestra propia fortaleza es el mejor paso hacia el
éxito y la dicha. A veces como padres creemos que es enorme la
responsabilidad de dar lo mejor que se puede para que los niños y los hijos
crezcan bonito. A veces es más la frustración de no tener lo que se cree que se
debería de tener, pero si vemos que mamá es una persona común, podremos llegar
a ser los mejores padres del año. Un ciclo sin fin de reclamos lleva a un ciclo
sin fin de desastres, mejor detenernos y ajustar el rumbo del volante. ¡Innovemos algo Ya! Miremos con nuevos ojos nuestra
historia familiar. Acudir a terapia no es perfeccionar nuestros reclamos, sino
integrar el vínculo y tomar nuestro lugar adecuado. Desde mi experiencia,
cuando honramos nuestro origen tal como fue, incluso con sus heridas, algo
profundo se reordena dentro de nosotros. Te conmino a buscar y leer completa la
carta que escribió Bert Hellinger a su madre, notarás que desde la humildad
llega la honra, y que en la honra está la fuerza para que como adultos podamos
armar nuestra propia estrategia de vida.
Terapia presencial y online, con la autora de esta columna
en: innovemosalgoya@gmail.com