ALGO MÁS QUE PALABRAS

VÍCTOR CÓRCOBA HERRERO*
La mano extendida siempre
Jueves 08 de Mayo de 2025 8:47 am
NINGÚN ser humano, por sí mismo, puede vivir. Necesitamos
florecer unidos, ayudados entre sí, acogiendo pulsos y recogiendo sentimientos.
El enfrentamiento entre análogos es el mayor absurdo humanitario. A diario se
destruyen miles de existencias en cualquier parte del mundo, por el afán de
dominación entre semejantes, mientras el derecho humanitario ha sido
desestimado y dejado de oírse. Promover la seguridad es esencial para poner fin a las
variadas crisis que nos acorralan, además de prevenir y detener las guerras
familiares, sociales o mundiales; responsabilidad a la que todos estamos
llamados, poniendo el alma antes que las armas, pues es imperativo la exigencia
de normas que hagan menos inhumanas las operaciones bélicas. La visión natural humana y pensante debe inspirarnos a
mitigar la ferocidad del estado salvaje, hasta asegurar un continuo y
persistente diálogo, lo que conlleva la mano extendida siempre, a pesar del
aluvión de hostilidades que no cesan. A los enemigos hay que volverlos amigos,
jamás lo dudemos. Nuestra gran tarea pasa por conciliar lo que nos parece
irreconciliable. Pongamos empeño, sin la conversión del corazón no hay
concordia. A la paz sólo se llega por el amor de amar amor. Nadie es
autosuficiente para nada. Precisamos, con urgencia, asentarnos en un campo de
poesía y no de batalla. Cada latido, de cada ser humano, forma esa composición
armónica que es lo que verdaderamente nos injerta quietud en nuestro mar
interior. Justamente, son muchos los refugiados que tienen sensación
de desesperanza. Por eso, se impone como un deber colectivo respetar este
derecho universal: el de vivir y dejar vivir a las gentes. Pretender imponer a
otros con la supremacía y el fanatismo opresor, modos y maneras de transitar
por la tierra (una tierra que es de todos y de nadie en particular), significa
violar la dignidad del ser humano y, en suma, ultrajar el propio espíritu
celeste.
Por desgracia, con demasiada frecuencia los migrantes son
ignorados. Sin embargo, no hay un muro suficientemente grande que nos impida
ver situaciones injustas; nos hemos globalizado y todo está al alcance de
nuestra mano, ahora nos falta poner nuestra propia pulsación de poeta en
guardia. Recortar fondos para los más necesitados no es algo de lo que se pueda
gloriarse nadie, más bien nos exhorta a ponernos en movimiento, para
intensificar los quehaceres hacia esas gentes abandonadas, y alentar a todos a
trabajar por una humanidad realmente libre y solidaria. Sólo, así, se podrá
legar un futuro más sereno y más seguro a las generaciones venideras. Nos toca,
pues, arrimar el hombro para favorecer la búsqueda de un auténtico desarrollo
humano integral e integrador de vidas.