INDICADOR POLÍTICO

CARLOS RAMÍREZ
La iglesia en México
Jueves 08 de Mayo de 2025 8:49 am
LA Iglesia católica mexicana como institución siempre
estuvo al lado del conservadurismo dominante: con los españoles, contra la
Independencia, con Antonio López de Santa Anna, al lado de los miramares que
fueron al Palacio de Miramar para traer a Maximiliano, contra el reformismo
liberal de Benito Juárez, al lado de la dictadura de Porfirio Díaz y contra la
Constitución de 1917. Aunque siempre existió el deseo de usar a la Iglesia como
un ariete contra el poder civil, la sociedad mexicana ha tenido una
configuración sui generis: es profundamente religiosa para sus actos de fe,
pero siempre ha repudiado a la estructura de la jerarquía católica porque
representa los intereses de los sectores poderosos. En este sentido, nada debe esperar México de la elección
del nuevo Papa, a pesar de los menos de cien millones de creyentes. Esta cifra
pudiera dar la falsa imagen de que por la feligresía pudiera ser la Iglesia un
factor de poder como institución política y terrenal. Pero en la realidad, los
creyentes han sabido dividir la Iglesia como religión popular y la iglesia como
un poder político al lado de los poderosos. La Iglesia católica en México ha tenido tres ciclos
consistentes: como instrumento de control social a través de la religión
durante el periodo de la Nueva España, la hegemonía de la religión por encima
del poder civil hasta la Constitución de 1917 y parte sustancial del sistema
político priista por intervención del embajador estadounidense Dwight Morrow
que condicionó el apoyo a una estructura política de Gobierno civil, central y
sin fueros. De 1926 a la reforma del artículo 130 en 1992, la Iglesia
se dividió en tres corrientes: la autónoma tipo Samuel Ruiz y Sergio Méndez
Arceo, la de la teología de la liberación y la institucional como sector
invisible del PRI. La expropiación de la banca en septiembre de 1982 reacomodó
los bloques de poder y la iglesia como institución, también con el apoyo y
estímulo de Estados Unidos a través del embajador John Gavin en modo Morrow,
buscó articular una santa alianza de poder PAN-empresarios-obispos radicales de
la derecha. El presidente Luis Echeverría fue a Roma en 1974, violando
el espíritu constitucional de separación de poderes fácticos, para pedirle al
Papa Paulo VI que apoyara su Carta de Derechos y Deberes Económicos de los
Estados, pero sin efecto al interior de México. El Papa Juan Pablo II tuvo una
agenda ideológica proveniente de su origen en la dictadura comunista de Polonia
y se alió al presidente Reagan para buscar una transición democrática mundial,
y en México fue recibido y erigido en Papa, pero nada tuvo que ver en 1978 con
la reforma política que ya estaba operando López Portillo separando
iglesia/religión/fueros extraterrenales y la realidad política del régimen en
transformación. En términos estrictos, los Cónclaves del Papado en los
últimos casi 90 años solo se celebra como acto de fe en la Iglesia mexicana,
pero sin ninguna intervención en la correlación de fuerzas ideológicas del
país. Hubo un tiempo en que la iglesia imponía ciertos principios religiosos al
poder público, pero el catolicismo del PAN y del PRI no afectaron la
correlación ideológica, López Obrador pertenecía a grupos cristianos y la
presidenta Sheinbaum es de origen judío. Sea quien sea el próximo Papa, la Iglesia Católica mexicana
seguirá ausente de la realidad nacional.
Política para dummies: la política a veces se mueve con
resortes religiosos.