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DESDE EL PÁRAMO



ARNOLDO DELGADILLO GRAJEDA*

¿En Colima, un campo de exterminio?


Viernes 09 de Mayo de 2025 8:23 am


COMO periodista, hay una idea que traigo cargando desde hace días, desde que la Fiscalía General de la República (FGR) dio por fin información sobre las narcofosas encontradas en el rancho El Guamúchil, Agua de la Virgen, Ixtlahuacán: ¿estamos ante un “campo de exterminio”?

Algunos se han atrevido a llamarlo así, comparándolo con lo ocurrido en el rancho Izaguirre, donde cierta opinión pública construyó un necrodiscurso que equiparaba ese predio con Auschwitz, en plena época nazi.

Yo coincido en que forzar incluso a las fiscalías a nombrarlo de ese modo puede desviar el foco de la verdadera discusión. Porque como en Jalisco existen predios destinados al reclutamiento y adiestramiento de jóvenes como piezas en el ajedrez del crimen organizado, en todo el país (y no exagero) hay decenas de espacios rurales como El Guamúchil: lugares donde aparecen restos cercenados y calcinados de personas que, quizás, jamás sabremos quiénes eran.

Para comprender lo sucedido, repasemos los hechos confirmados: la FGR trabajó en la zona del 13 de enero al 12 de abril de 2024. Las autoridades locales no participaron. La prensa no pudo acercarse. Los colectivos de búsqueda fueron excluidos. Todo se manejó con un hermetismo total.

El 29 de abril, durante una reunión en Ciudad de México con colectivos de búsqueda y representantes de la Fiscalía Especializada en Desaparición de Personas, la FGR reveló la magnitud del hallazgo: 44 fosas clandestinas y 44 restos óseos, la mayoría de ellos, según información filtrada a la prensa, correspondientes a mujeres de entre 25 y 39 años, con signos de haber sido cercenadas y calcinadas.

La búsqueda en el rancho El Guamúchil se originó tras la desaparición de Ricardo Arturo Lagunes Gasca, abogado, y Antonio Díaz Valencia, profesor y líder comunal de Aquila, Michoacán, desaparecidos en Tecomán en enero de 2023. La Fiscalía General del Estado de Colima entregó 888 perfiles genéticos. Hasta el momento se han identificado tres personas.

Frente a estos hechos, el lenguaje que usamos importa. Nombrar es decidir cómo se recuerda, cómo se comprende y cómo se actúa. Como advierte Oswaldo Zavala en La guerra de las palabras, el discurso oficial ha contribuido a construir una narrativa que disfraza lo que ocurre bajo la lógica de "los narcos como enemigos", cuando en realidad lo que vivimos es un entramado criminal en el que confluyen intereses políticos, económicos y estatales: “el fenómeno del narcotráfico en México ha estado siempre determinado por el lenguaje, por narrativas que imaginan organizaciones criminales que se convierten en el enemigo doméstico para justificar un conflicto armado”.

Más que hablar de “campos de exterminio” que plantea “eventos aislados”, debemos entender los escenarios como parte de un sistema de producción de muerte. Rossana Reguillo lo ha conceptualizado con fuerza al hablar de la necromáquina: un dispositivo que “opera mediante el despojo, el desecho y la eliminación de cuerpos considerados prescindibles”.

No se trata de crímenes, sino de maquinaria que sistematiza el exterminio: “a esta máquina de la muerte no le importa engullir cuerpos, territorios, y luego vomitarlos en forma de fosas, de cadáveres”.

Nombrar no es cuestión semántica, es una forma de posicionarse frente a la violencia. Cada predio como El Guamúchil es una pieza más de una maquinaria que lleva años operando con precisión impune. Y si no somos capaces de nombrarla por lo que es (una máquina de muerte), seguiremos atrapados en narrativas que fortalecen a un Estado fallido.

 

Punto y aparte

Se anunciaron eventos con motivo del 85 aniversario de la Universidad de Colima y no es solo un acto simbólico, es una declaración de vigencia, identidad y visión de futuro. La amplitud y diversidad de actividades anunciadas por el rector Christian Torres Ortiz son testimonio de una universidad viva, comprometida con su entorno y en sintonía con los desafíos globales.

Más allá del brillo institucional, nos invitan a reflexionar sobre el sentido profundo de una universidad pública. Celebrar sus 85 años es reafirmar su vocación transformadora en un país que necesita, hoy más que nunca, instituciones que construyan esperanza.

 

*Periodista e investigador social

rolandonotas@gmail.com

Twitter: @rolandonotas