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PUNTO CENIT



MAYRA EDITH MARTÍNEZ

Mamá


Viernes 09 de Mayo de 2025 8:24 am


FUE madre en un tiempo en el que no existían tutoriales en YouTube ni videos sobre crianza respaldados por expertos. No había coaching emocional ni profesionales hablando sobre la depresión postparto. Tampoco había libros que explicaran cómo lidiar con un hijo rebelde, pero la “chancla voladora” o una mirada firme bastaban para hacernos retomar el buen camino cuando cruzábamos los límites.

Si alguno enfermaba, no necesitaba buscar síntomas en Google. Con solo ver un leve enrojecimiento de la garganta y un poco de fiebre, ya lo sabía. Recetaba limón, miel y un suéter que ella misma había tejido. Apenas comenzabas a sentirte mejor, ya llegaba la advertencia: “¡No andes descalzo!” o “¡Abrígate bien!”, recomendaciones que escuchábamos con fastidio, pero que, en realidad, eran palabras de nuestra enfermera de tiempo completo.

No tenía redes sociales para presumir las fotos familiares, pero le bastaba con llevar una foto en su cartera, que mostraba con orgullo a sus amigas, o aquellas fotos que aún guarda debajo del vidrio de su buró, junto a la cama, con las esquinas ya desgastadas por el paso del tiempo.

¿Y qué tal sus predicciones? “Ese amigo o amiga no es buena influencia”, decía firmemente. Y nosotros, haciendo todo lo contrario, nos rebelábamos, insistiendo en que estaba equivocada. Luego, descubríamos por nosotros mismos la traición de aquel amigo o amiga y regresábamos a casa derrotados para escuchar la fastidiosa frase que siempre solía decir: “te lo dije”.

Esa mujer creció en esa época en la que el mundo le decía que su lugar estaba únicamente en casa, que no debía tener voz y que sus sueños debían caber en una cocina. Sin derechos, sin opciones, sin libertad para decidir.

Por eso no se le permitió estudiar para ser maestra ni para ser bailarina de danza folklórica, cosa que anhelaba profundamente, pues su mamá le advirtió que debía prepararse para ser una buena ama de casa. Así que renunció a sus sueños y aprendió a cocinar, a tejer, a bordar, a cortar el cabello, a coser y a hacernos vestidos y ropa.

Pero ella, como tantas mujeres de su tiempo, encontró la manera de ser fuerte en el silencio, de resistir el embate del tiempo y de ser grande en su amor. Lo sé, porque es una magnífica mujer, y es mi mamá. Y sé que, aunque mamá no colgó un título universitario en su pared ni le otorgaron un trofeo como la mejor bailarina, ella es la autora de grandes obras maestras: mis hermanas, hermanos y yo.

Mamá no pudo elegir su camino, pero nos eligió a nosotros, eligió amarnos, darnos raíces profundas y alas fuertes para emprender el vuelo. Quiero reconocer a mi mamá como una maravillosa mujer que no solo se comprometió, sino que se entregó a serlo. “Gracias, mamá, te amo”.

Si, como yo, tuviste la fortuna de tener una mamá de esa época, quizás este 10 de mayo no sea suficiente con llevarle flores, un vestido o un par de zapatos. Lo que realmente importa es poder mirarlas a los ojos y decirles: “gracias, mamá, por toda una vida de amor y por caminar a nuestro lado. En los castigos que nos salvaron, en los consejos que ignoramos y que, aunque no siempre supimos agradecer, han sido el cimiento de todo lo que somos hoy”.

Desde Punto Cenit, quiero felicitar a todas las mujeres de mi familia, amigas y compañeras que son madres, y reconocer la gran labor que realizan en el cuidado de sus hijos e hijas en esta época de tantos desafíos. Porque ser madre no solo es dar la vida, sino enseñar a cómo vivirla.

 

nnacolima@gmail.com

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