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ALGO MÁS QUE PALABRAS



VÍCTOR CÓRCOBA HERRERO*

Las políticas de familia


Jueves 15 de Mayo de 2025 8:40 am


EL vínculo que nos une, no es tanto de sangre, como de respeto y alegría mutua. Desde luego, no hay mejor poética que aceptar las diferencias y tener la capacidad de escucha, con políticas orientadas a la familia para un desarrollo sostenible, haciendo hincapié en el tema de la inclusión social y en lograr un trabajo decente, que nos permita cimentar un equilibrio entre espacios y naturalezas diversas.

Por consiguiente, es público y notorio que el cambio climático ha acrecentado la incertidumbre sobre nuestro futuro; pero, también a este deterioro medioambiental, hay que sumarle un desgaste ético social que nos impide aceptar las diferencias y tener la capacidad de reconocer, someterse y apreciar a los demás, así como convivir de forma estética e integral.

Por desgracia, en demasiadas ocasiones, el egocentrismo de la materialidad es dominante, llegando a generar un sistema en el que los gobernantes anteponen el éxito personal a su responsabilidad social. Ciertamente, si la relación con los demás fuese únicamente utilizada con vistas al propio interés, no se respetaría su dignidad como persona.

El amor respeta a los demás y los revaloriza, haciéndolos florecer, estableciendo interacción con soplo cooperante de unión y de unidad. Por otra parte, la parentela es el lugar donde se conciertan sin discriminaciones las diversas visiones pensantes. Precisamente, es bajo el paraguas de esta dinámica vertida corazón a corazón, como se acrecientan las virtudes sociales, factor indispensable para la sociabilidad.

En nuestro acontecer diario, sin embargo, la lógica individualista y cambiaria del intercambio interesado tiende a irrumpir incluso el ámbito de los lazos interpersonales, volviéndolos falsos y frágiles, mientras que sería de desear lo contrario; es decir, que los valores de la filiación humanizasen el mercado, a través de medidas conciliadoras y servicios altruistas. 

Sea como fuere, promover la convivencia significa educar para adquirir conciencia de la justicia, instruir en la igualdad para que no se pierda un solo latido por falta de inspiración versátil, condición imprescindible para sentar las bases del acuerdo.

La poética del convivir tiene que estar ahí, acompañándonos como ejercicio de derechos y cumplimiento de obligaciones, como declaración de conocimientos a la luz de lo auténtico, como impulso y reclamo hacia el bien moral, como noble disfrute en común de lo armónico en todas sus legítimas expresiones, generando acercamiento y ofreciendo savia.  En efecto, sí queremos que el orden social se asiente en este mundo globalizado: existencia individual y concordia ecuménica, han de estar fusionadas, por un inquebrantable parentesco. Ojalá que el legado dejado por el Papa Francisco de fe, servicio y compasión para todos, especialmente para aquellos que quedan al margen o atrapados por los horrores y errores cometidos, nos hagan repensar y cambiar de paso.