INNOVEMOS ALGO ¡YA!

MARÍA EUGENIA GONZÁLEZ PEREYRA
Perdón Profundo
Jueves 29 de Mayo de 2025 10:08 am
¿HAS sentido alguna vez que en la casa de tu infancia
habitaba un fantasma invisible llamado “el amor que no recibí”? Como sombra que
acompaña tus pasos, esa sensación de vacío puede perseguirte durante años,
susurrándote al oído que algo faltó, ¡que tú no has sido suficiente! Y quizás
hoy, desde la orilla de tu adultez, te encuentres frente a una de las
conversaciones más difíciles, pero más liberadoras: pedir perdón por haber
exigido y reclamado, en lugar de simplemente recibir lo que estaba disponible. Existe un arte sagrado en saber distinguir entre lo que
ocurrió y lo que interpretamos que ocurrió. Como arqueólogos de nuestro propio
pasado, a veces desenterramos huesos de resentimiento sin darnos cuenta de que
estamos viendo solo fragmentos de una historia mucho más compleja. Bert Hellinger, explorador de las dinámicas familiares, nos
enseñó que los hijos a menudo exigimos de nuestros padres un amor perfecto, un
amor que vaya más allá de sus capacidades humanas. Reconocer que te faltó amor no significa que tus padres no
te amaran. Como río que fluye por cauces subterráneos, el amor puede estar
presente sin que siempre sepamos cómo hacerlo visible. ¿Te has preguntado si tus padres también se sintieron
huérfanos de amor en su infancia? Quizás por eso no supieron darte lo que ellos
mismos nunca recibieron. El perdón verdadero que propone Hellinger no es perdonar a
nuestros padres por no habernos amado suficiente. Es pedirles perdón por haber
exigido más de lo que podían dar, por haber guardado resentimiento hacia
quienes nos dieron la vida, por haber reclamado amor como si fuera una deuda. En mi experiencia, he visto cómo este reconocimiento
transforma completamente la experiencia de vida. Es un trabajo profundo que
requiere guía profesional, paciencia y la valentía de mirar hacia adentro sin
juicios. Hay una liberación profunda en reconocer que quizás fuimos
nosotros quienes no supimos recibir el amor que sí estaba ahí, aunque viniera
empaquetado diferente a nuestras expectativas. A través de un proceso psico emocional profundo, podemos
desenredar estos hilos familiares y encontrar no solo sanidad sino una dicha
auténtica que proviene de estar en paz con nuestro origen. Innovemos algo ¡ya! Atrevámonos a tener esas conversaciones
que sanan generaciones. Inspirémonos en la sabiduría de Hellinger para
reconocer que pedir perdón por nuestras exigencias no es debilidad sino
sabiduría. Cuando abraces este proceso de sanación, descubrirás que sanar no es
cambiar lo que fue, sino transformar la forma en que lo que fue sigue viviendo
en nosotros, abriendo la puerta a una vida plena de dicha y serenidad.