INNOVEMOS ALGO ¡YA!

MARÍA EUGENIA GONZÁLEZ PEREYRA
Soledades distorsionadas
Jueves 26 de Junio de 2025 9:02 am
INNOVEMOS
ALGO ¡YA! Soledades
distorsionadas MARÍA
EUGENIA GONZÁLEZ PEREYRA ES
cierto que el fondo de la cazuela lo conoce la cuchara con la que se le menea
y, sii algo provoca miedo y habladurías, si algo marca con juicio, son los
temas tabú, de esos que nos queman antes de siquiera que los nombremos. Nos
secan la boca, nos aprietan el pecho, nos da taquicardia, nos amenazan con el
repudio y el rechazo social. Es
un pudor malentendido que nos amordaza el entendimiento y nos corta las alas. A
veces sabemos que lo que pensamos o lo que hicimos no va a ser aceptado, no
solo por un exagerado pudor, sino porque lo hicimos desde un fondo torcido,
desde una compulsión, desde un lugar sórdido de soledades distorsionadas que
nos derivan a las sombras de la lujuria y los filos de la lasciva
desesperanzada. Pero
cuando le pusimos el tabú a lo sano, dejamos crecer al monstruo del silencio en
lo oscuro. Tenemos que rectificar y entender que detrás de ciertos
comportamientos hay un niño muy lastimado que necesita sanar esas heridas para
poder establecer una relación afectiva sana, agradable y que le dé
tranquilidad. Hablemos
entonces con valentía de esos impulsos que nos avergüenzan. Esos
comportamientos íntimos que nacen no del placer auténtico, sino del vacío
emocional. Porque detrás de cada conducta que juzgamos como desviada, existe
una historia de abandono que clama por comprensión. Ese
niño que creció invisible, ese adolescente cuya piel rogaba por caricias que
nunca llegaron, ese joven que aprendió a confundir necesidad emocional con
deseo físico. Ahí comienza la confusión, cuando el corazón hambriento de amor
busca llenar su vacío en lugares equivocados. El
alma herida no distingue entre conexión auténtica y simulacro. Solo sabe que
duele, que está sola, que necesita algo que calme esa sed antigua de ser
importante para alguien. Entonces convierte la intimidad en medicina para el
dolor, en distracción para la soledad, en poder para quien se sintió impotente. Entendemos
que las señales y las expresiones de afecto son naturales, las caricias son
agradables y el placer es válido. Lo que necesitamos diferenciar es cuándo
buscamos intimidad desde la plenitud del corazón y cuándo la buscamos desde la
desesperación de nuestros vacíos. La
sanación verdadera no comienza combatiendo los síntomas, sino iluminando las
heridas que los generan. No es el impulso el enemigo, sino el dolor no
procesado que lo alimenta. Cuando nombramos ese dolor, cuando lo abrazamos con
compasión, entonces sí podemos transformarlo. Es
un proceso que requiere paciencia, como quien pela una cebolla capa por capa.
Cada sesión terapéutica revela una nueva comprensión, cada momento de
honestidad nos acerca más a nuestro centro auténtico. No existen atajos para
sanar lo que se construyó durante años. Innovemos
algo ¡ya! Atrevámonos a hablar de lo que duele, a mirar con compasión nuestras
heridas más íntimas. Solo desde la sanación de nuestro niño interior podremos
construir una intimidad adulta verdaderamente sana, libre de la desesperación y
llena de la serenidad que todos merecemos. Terapia
presencial y online, con la autora de esta columna.
innovemosalgoya@gmail.com